La vida en el arrecife es muy dura. El otro día me encontré a un pez payaso que buscaba a Nemo.
—¿Otra vez? —le pregunté.
—La realidad siempre es la misma, nunca se avanza —me respondió, dejándome perplejo, quedeime sin falar.
Hoy veo a la «bailaora» del «guasá» tomando el Sol en la playa y me cuenta que han prohibido a los animales venenosos pasear entre los corales. “Por el turismo…”, dice. Le muestro mi enojo y baila unas sevillanas con ritmo de muñeira. Creo yo que agradecida por mi empatía.
—¡Olé!—le grito batiendo palmas.
Entonces se me acerca un camarero.
—Monsieur, ¿Voulez vous quelque chose?
—Yes, one Jamaica Sunrise Coctel, s’il vous plait. —Me lo trae, diligente. Y es que aquí todos hablamos idiomas.
—Obrigado —le largo sonriente.
—You’r Welcome. —Educado, se va… como mis pensamientos, dispersos, volubles, disolutos, tras un par de culos que también se alejan contoneándose a casi un metro de la arena.
De fondo susurran suaves vientos, oleajes, mareas… La vida es muy dura, en el arrecife.