Yacen tus recuerdos muertos bajo mi almohada,
pero no hay suficiente carne debajo de la cama
para satisfacer mis ganas
de tragarme al mundo.
No hay objeto o animal
vivo o muerto en este cuarto
que pueda habitar el poema.
El verso está buscando
proclamarse libre y soberano
llevar traje de gala y lentejuela,
fundar una nación libre de estrellas.
Pero no hay olor ni tarea en esta cárcel
que pueda alojarse en el poema.
No hay noción y el calendario
es un antiguo aeroplano
dispuesto a colisionar con el recuerdo,
tres fósforos conmemorando nuestra guerra:
el del presente continuo,
el del futuro siempre unidos,
el del nunca más te volveré a engañar.
No hay en ningún ladrillo
de esta fortaleza de barro
vestigios de esperanza
que puedan habitar el poema.
Éramos nosotros el poema.
Y con la escasa carne fresca
que hay debajo de la cama
busco convertirte en la amenaza
que ansía devorar Saturno.
Calmar lo insaciable,
estafar a legiones de amantes,
obviar los relámpagos sordos
que anuncian tu tormenta sobre mí.
Porque sin ti,
del universo
sólo queda el desastre de tu piel calcinada.
Y sin ti
nunca más habrá verso que pueda,
ni en minúsculas migajas,
habitar cualquier poema.