Graciela

Retales


Hay lugares que sin saberlo transmutan su geografía. Frase absolutamente ilógica. La geografía nunca se transmuta. De todos modos, a Graciela le cambió el apelativo de origen.

El pueblo, su pueblo, pertenecía a Teruel y a día de hoy, cosas de fronteras, pertenece a Castellón. Próximo a Mora de Rubielos y a Rubielos de Mora, señorea encima de un monte desde donde se distribuye un agua en verdad de monte, Agua de Cortes, lleva por nombre. Pueblo con su historia y sus tragedias, en definitiva, como todos.

Así que Graciela es turolense o valenciana, ¿se lo preguntan? No lo hagan; no es recomendable, ni tan siquiera hace falta.

Graciela es y ha sido una mujer entregada a lo que ha considerado necesario, justo… O eso cree la gente que la conoce. Aunque poco tolerante con los divertimentos de los tópicos familiares, firme de todos modos con lo que es y fue de los suyos.

De piel clara, ojos azules, risueña… Una delicia pues. Y sin ser gallega, con perdón y permiso de los gallegos, nunca se sabe si va o viene, es de un hermetismo absoluto que arregla en una sola frase, que suelta sonriendo con un salero casi con un estilo del sur: “Pues claro. No pasa nada”.

Trabajadora, con habilidad suficiente para enseñar a varias generaciones a leer. Enseñar a leer no es fácil. Graciela, cuando habla del placer que le causa ver que un niño aprende a leer, no considera que sea difícil; cautiva a quien la escucha, y convence de que es la cosa más fácil y maravillosa.

No se cansa nunca, este año unos, al siguiente otros… Y como ella cuenta, de pronto uno ve cómo la criatura se lanza, se oye la primera frase o palabra, y luego otra. Sonríen Graciela y la criatura; sólo con la mirada comparten el goce.

Graciela a quien por costumbre la llaman Ciela, ya se sabe estos nombres largos se prestan a ello, se acomoda al nombre que le otorguen, Graci, Ciela, Cielita…

No olvidéis pedirle que os invite a comer el magnífico arroz al horno que no tiene nada que envidiar a una paella de marisco, o a una paella valenciana, que también se le da bien.

En verdad, Graciela es una mujer que siempre sonríe, le pase lo que le pase. Y la vida, ya se sabe, a veces es un torbellino. Pero: no pasa nada.

Uno se pregunta si es así en realidad. O si, sencillamente, “la procesión va por dentro”.


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