Nadie me conoce
y a ti te importa, pero al mundo no,
y al aire y a mí, todavía menos
porque yo no me construyo en contra de nada,
a lo sumo me construyo en la nada
y tiento una vida, y tengo una vida.
Para ti los nombres, los espejos, los laureles,
yo me quedo con la historia
sobre cómo habito en la ciénaga,
sobre cómo me alimento en la charca,
sobre cómo traquetea mi cuerpo al descubrir
el movimiento de las esferas y sus palabras.
Existo sabiendo que mientras escribo
un pájaro construye un nido junto a una ventana,
existo como sé que hay alfombras en algún lugar del desierto,
existo como sé que el olor del azahar le da sentido a un barrio,
existo en un umbral de atmósfera,
existo en una tranquilidad construida a golpes de caída y mente.
No tengo más que mis visiones catapultadas hacia el vacío,
no tengo más que el diminuto infinito de mis adentros,
no tengo más que un incendio de símbolos:
mi ser sin cuerpo.
Nadie me conoce
y a ti te importa, pero al mundo no,
y al aire y a mí, todavía menos.