Se alinean dos largos autobuses gusano y, entre ellos, como un guion bajo, un mini amarillo, antiguo y, por lo tanto, realmente mini. Detecto la casual, y gozosa, formación desde la parada del 34 y me regodeo en el chispazo que me provoca. Es un esplendor, mas no de astro, sino de maravilla urbana «for my eyes only»; un lenguaje en código largo-corto-largo o rojo-amarillo-rojo. Como toda alineación, se disuelve pronto. El tráfico rodado rueda, mi bus 34 llega, el esplendor cesa. Durante toda la mañana podré recordar mi visión, mi secreto rescoldo.
Seguiré contando.