23. Lástima que los espejos no se cubran por las noches con capuchones de tela, como se hace con los jilgueros, los periquitos y los loros. En la oscuridad continúan reflejando lo que pueden: la luz perdida en una arista al gotelé, el brillo de un ojo que no debería estar en ese cuarto, el tintineo de la farola que tiembla y el terror a pasar delante de él y no vernos enmarcados.
24. Ya que los espejos se utilizan para ampliar la sensación de espacio, reclamemos su presencia dentro de los vagones del metro, en las neveras, en el fondo de las piscinas y en el techo de las bibliotecas.
25. Al igual que los espejos pueden servir como herramientas para recoger la potencia del sol y prender fuego, deberían poder ser utilizados para recopilar oscuridades y presencias que desaparecen, raudas, por sus esquinas.
26. Dame un punto de apoyo y moveré el mundo. Dame un espejo diminuto y veré tu paladar por vez primera.
27. La vanidad sin espejos es más posible que los espejos sin vanidad.
28. No te limites a ser espejo, pasivo recipiente o boca que se abre para describir lo obvio. Al igual que el sol puede arder en un espejo de armario perfectamente escorado hasta perder su condición de cuadro estático, busca tu fuente de ardor, enfoca y conviértete en potente fuente secundaria de luz que se derrama.
29. Sin ornamentos sobre la hoja reflectante el espejo humilde juega a ser ventana u oquedad que da un respiro a la geometría de lo habitable.
30. La atracción de los espejos no se diluye con la edad. Nunca dejamos de sentir un posesivo impulso de urraca, un vértigo de felicidad por la excelente resolución de la imagen que promete el acceso a una fantasía tridimensional, a una huida a un universo silencioso en el que estaríamos nosotros solos, rodeados de objetos perfectos, coloridos y sin polvo.
31. Languidecen los espejos pequeños, como recortes de uñas, en el fondo de los bolsos viejos, en los cojines y los vestidos confeccionados con incrustaciones de la India, en los joyeros con bailarina. Se engrandecen, pormomentos, los espejos panorámicos que, inclinados ligeramente, se descuelgan desde el techo de las tabernas viejas o de, los espejos biselados de los cafés cantantes.
32. Un espejo en el medio del campo, sobre la hierba, sobre un almiar, posado en un banco de piedra en la ribera de un río o apostado contra un pino piñonero en un litoral ventoso, se vuelve salvaje, pierde su naturaleza de objeto, de posesión domesticada e inventariable, y puede reflejar la carrera de las nubes, puede ser el firme terreno por el que se desplazan los insectos del verano, puede absorber tempestades e, incluso, capturar arrebatos meteorológicos sin que ni un solo ser humano los disfrute sobre su cuerpo.
33. El callejón de los gatos también recuerda cómo sus espejos cóncavos y convexos deformaban felinos callejeros y ratas y palomas y viles gorriones.
34. Roto el espejo se multiplica el mundo.