Eres pequeño

Solo, por favor


Más de lo que imaginas. Suficientemente pequeño. Lo justo para ser engullido por el siguiente más grande, por la siguiente matrioska del mercado ilimitadamente libre.

Pregunta a tus abuelos cómo les fue con la droguería y perfumería del barrio en Alcorcón hasta principios de los ochenta. ¡Ah!, ¿que no lo sabías? Pues sí, se ganaron bien los garbanzos hasta que empezaron a proliferar los hipermercados y tus abuelos tuvieron que revisar los márgenes que aplicaban a cada tambor de detergente y a cada champú de la tienda. Pregunta a tus padres cómo les fue: primero, de jefes de sección, y después, de jefes de sector en aquellos hipermercados en los que habían preferido echar el currículum para no seguir con las, ya poco rentables, tiendas de tus abuelos. Ahora pregúntate por qué has preferido trabajar en esta gran cadena de supermercados de implantación ibérica, o en ese gigante de la logística… O, mejor dicho, por qué no te ha quedado más remedio.

Mientras te preguntas si el mercado es ilimitadamente libre, algunos colectivos que abominaban de la intervención del Estado ahora piden ayuda para protegerles de los peces grandes.

Te dicen que eres libre.

Libre como el impala en la sabana, como el gorrión por el parque o como la trucha río arriba. Ajeno a los leones, a los alcotanes o a los siluros. Libre, ancestralmente libre. Sin obligaciones con nada ni con nadie. Hasta que descubres que no estás en la cima de la cadena trófica. No eres un superdepredador; tú tienes depredadores naturales. Sí, tú. Bajas la cabeza y aceptas tu condición gregaria, porque necesitas volver a la manada, a la bandada o al banco de peces de donde no convendría que te hubieras desvinculado, por mucho que te envalentonaras manipulado por aquellas bravatas de quienes se autoproclamaban libres, o peor aún: librepensadores.

Claro que sí, alma cándida: eres libre.

Otra cosa es que anheles esos momentos de solaz, en soledad, por qué no. Puedes pedir, por ejemplo: «Solo, por favor». Pero olvídate; seguirás sin ser libre, pues eres pequeño, lo suficientemente pequeño.