Elasticidad

Escalofríos

 

Elástico. Me siento elástico. No sé si esa palabra define bien el estado en el que me encuentro, pero es la primera que me viene a la cabeza. Quizás sea algo más complejo.

No se trata de esa elasticidad infantil que convierte a cualquier niño en una pelota de goma que rebota ante cualquier golpe. Tampoco es como la de un cuerpo joven, tan lleno de energía, tan vibrante y estimulado que afrontaría con éxito cualquier difícil movimiento.

La elasticidad a la que me refiero es más como un bamboleo, como un ir y venir, como un alargarse y encogerse. Imagino una cama elástica en la que botan personas en distintos puntos…

Pero no, tampoco es eso. No me siento sujeto a ningún punto, tengo el cuerpo libre, yendo y viniendo, estirándose y encogiéndose… sin aparente lógica. Noto cómo un miembro avanza en una dirección mientras una parte de él parece ir hacia otro lado y otra permanece quieta.

No duele. Nada en absoluto. El movimiento es fluido y sereno, como si hubiera pasado siempre, como si fuera lo habitual.

Tengo dos bocas. Y se mueven, no solo para hablar, sino recorriendo la superficie de mi cara, de mi cabeza, de mi cuerpo entero. Ahora mismo noto una de las bocas hablando situada en mi frente, sobre las cejas… o donde siempre estuvieron las cejas. Puede que con el movimiento del habla surjan más arrugas sobre los ojos, pero seguro que se disolverán con ese fluir de la piel, de la carne. Nada en mi cuerpo parece estar quieto, nada parece querer permanecer en el lugar en el que ha estado siempre. Todo juega a estirarse y a descolocarse, transformándose, transformándome con cada cambio en un ser diferente.

Sé que sigo siendo el mismo, que sigo siendo yo mismo, pero esos estiramientos, esos aparentemente descontrolados movimientos de mi organismo me hacen sentirme un ser cambiante, en transformación. O muchos seres, uno detrás de otro, distintos a medida que van sucediéndose los desplazamientos de mis partes.

Me miro en un espejo pero sé que lo que veo en él también está marcado por mi propia percepción cambiante y el resultado, lo que veo en el espejo, el mismo espejo incluso, parece transformarse tanto como lo hago yo, devolviéndome imágenes enrevesadas, casi disparatadas de mi propia imagen y de todo lo que hay a mi alrededor que también se refleja en él. Es como una malla cambiante que despide formas informes (o al revés), transformando a la vez tanto su consistencia especular como la luz que refleja lo que en ella puedo ver.

Haaaablloooo yy taammmmmbieeeeéénnn lasss paalaaaabrras parecen deeeefformaaaarrssssee. Es curioso, al pensar estas reflexiones sobre lo que me sucede, la narración es coherente pese a que los vocablos que me sirven para describirlas se muevan tanto como mi cuerpo, en todas direcciones, cambiando su estructura y su orden, estirándose, encogiéndose tanto que pierden su forma, su sintaxis, su ortografía… pero no su sentido.

Como mi propia identidad, insisto. Cambio, me transformo, parece que evoluciono como un torrente que golpea descontrolado contra la roca, cambiando siempre las gotas que chocan y salen despedidas, pero siendo siempre el mismo torrente. O como esas complejas estructuras vivas que, siendo cambiantes, crecientes, son siempre la misma entidad. Puede que mi ser se esté disgregando en muchos elementos independientes que, juntos, todos ellos, siguen aportándome la entidad, la integridad de mí mismo, una unicidad entendida por la cohesión de sus muchas partes. Como las organizaciones coralinas, las distintas evoluciones de mis diferentes órganos y miembros, componen juntas un todo uniforme que me hace ser.

No, uniforme no, porque precisamente es la forma lo que cambia insistentemente, tanto de mi cuerpo y sus partes como de las palabras que pronuncio o de las percepciones que me llegan del exterior.

¿Me verán los demás como yo me siento, en constante transformación? Es posible que esto solo lo sienta yo, pero puede ser que el mundo entero también esté sufriendo esta extraña elasticidad que yo siento. No me es fácil concretarlo porque todo lo que observo, aprecio, palpo, veo… sufre de la misma evolución aleatoria.

Tengo que recurrir a mis recuerdos, a mi memoria. Y, curioso, el pasado se presenta consistente en mi cabeza. Sí, la manera en que lo visualizo oscila, aletea, navega, se hunde y sale a flote… es decir, también está modificado por esta extraña sensación que tengo. Pero el resultado es como cuando coordino frases: consistente, coherente, con sentido.

Claro que esto me lleva a pensar sobre si aquello o aquellos que recuerdo se estarán modificando también como yo lo hago. ¡Qué raro resulta todo! ¿Lo que yo veo, pienso, digo o recuerdo, se modificará al margen de mi propia existencia? ¿Será solo una sensación mía o…? No sé. Es raro.

Sí, es raro; como no dejo de cambiar, de alargarme, encogerme, estirarme un poco por allí y un poco más o menos por allá, en una dirección u otra, no sé cómo soy realmente, ni qué dimensiones tengo.

Todo mi yo se expande y se encoge, oscila y vibra, y tengo sensaciones que, aunque concretas en el sentido, son contradictorias, disímiles, variables, quizás evolutivas.

A veces parece que no ocupo más que lo que ocupa un grano de arena. Hay ratos en que siento que mi cuerpo no cabe en un continente y que mis miembros más lejanos lo desbordan, hundiéndose en el agua del océano, de los océanos, mojándose, salinizándose el dedo de un pie al tiempo que un hombro parece estar cubierto por la nieve de la más alta montaña o una oreja se quema bajo el sol del más seco desierto.

De la inmensidad a lo microscópico. Mi cuerpo y mi mente palpitan y se expanden en una infinita gama de espacios, movimientos y formas. Recuerdo un día en que observé un pequeño desconchón en la baldosa de una acera. No recuerdo dónde. Pero fijé mi mirada en esa pequeña deformidad y vi cómo la pequeña grieta se transformó al instante en un paisaje que cualquier cineasta habría utilizado para un película sobre la conquista de otros mundos. También vi una cueva inmensa, una sima sin fondo que parecía llegar al mismísimo centro de la tierra. Alguien vino y la visión se cortó. Pero sentí entonces algo que ahora se está convirtiendo en mi propia existencia. Noté que la vida se expandía incluso fuera de ella y que lo que siempre fue estable se desmembraba… aunque no para mal.

Habrá quien piense que estoy en una de esas fases mentales propias de los misticismos más terrenales, en una especie de nirvana mental. Quizás pensarían eso si es que pudieran ver o sentir lo que yo veo y siento. Aunque quien lo pensase se encontraría en la misma situación en la que yo me hallo, y también sufriría la modificación de su propia integridad física y mental.

¿Qué hacía yo antes? En ese terreno, mis recuerdos son muy confusos. Veo en mi cabeza inmensos espacios, gigantescos vacíos llenos de energía, de vibración, de pulsiones, pero no sé qué significa eso. Si todas mis disparatadas percepciones son coherentes pese a su elasticidad, en lo que se refiere a los momentos anteriores a sentirme así, no consigo concretar nada. Veo algo así como un cuerpo dormido pero no sé si es el mío antes de toda esta transformación. Parezco yo, pero no puedo asegurarlo.

Más atrás en el tiempo puedo verme entrenando, estudiando, conversando con mucha gente. Leo muchos textos extraños y complejos, llenos de números y ecuaciones, de gráficas e hipótesis, de fórmulas y conclusiones. Acudo a reuniones y conferencias, a clases magistrales y a charlas de iluminados. Tengo muchos libros frente a mí, algunos de ellos muy antiguos y envejecidos que tengo que manejar con guantes blancos de algodón. En ocasiones corro, nado, me esfuerzo con distintos deportes que me endurecen el cuerpo y lo convierten en un organismo resistente a las dificultades.

No sé bien a qué se refieren todos esos recuerdos. Los más antiguos los recuerdo mejor, con mayor certeza. Sin embargo, los inmediatamente anteriores a mi estado actual no puedo recordarlos y no consigo saber qué es lo que me ha provocado esto. Aunque me siento bien, extraordinariamente bien, me perturba no saber la causa de mi estado actual.

Tengo tres bocas ahora. Y todas hablan a la vez. Dicen distintas cosas y se dirigen con sus palabras a lo que antes diría que son auditorios diferentes, diversos, eclécticos. No creo que digan cosas contradictorias porque, siendo diferentes, parece que se acoplan, que se complementan para crear un conjunto unitario, entendible pese a ser multicorde, plurisonoro, casi sinfónico.

Voy a tratar de no pensar en nada y dejar que mi cuerpo, mi pensamiento, mis percepciones y mi memoria fluyan relajadas para ajustarse al estado de vida en el que vivo ahora.

Silencio.

Pausa.

Relajación.

Tiempo. No tiempo.

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FINAL 1

No. En realidad no soy nada. Fui pero ya no soy. Mi ser se expandió hasta límites que no conocía. Viví una vida normal, corriente, vulgar. Fui profesor de universidad en mi etapa laboral y nunca tuve pareja fija. (Creo que) no tuve hijos. Me gustaba el deporte y el esfuerzo de competir para, simplemente, disfrutar al conseguir logros, aunque no fueran significativos para otros.

Disfruté con mi entorno, enseñando a necios y a sabios, y entendiendo que cualquier cosa solo tiene significado cuando se lo damos y lo pierde cuando dejamos de darle importancia. Me emborraché y sobrepasé en ocasiones mis límites sin dejar de ser coherente con unos principios morales a los que ahora no les encuentro ningún sentido.

Gocé, sufrí, amé a ratos y, puede que hiciera daño en ocasiones.

Ahora acabo de morir.

Y me siento bien, muy bien. 

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FINAL 2

Estoy dándome cuenta de qué nos está pasando. Nuestra nave se ha acercado demasiado al horizonte de sucesos. Las percepciones están empezando a alterarse. No sé cuánto tiempo podré mantener la comunicación… Cada vez estamos más cerca del punto de no retorno. 

Podríamos detener el avance de la nave pero creo que no lo vamos a hacer. Los que aquí estamos hemos decidido seguir adelante. Regresar a la Tierra nos colocaría en un entorno temporal extraño por el tiempo que llevamos viajando por el espacio y la velocidad a la que lo hacemos. No queremos volver y todos, por unanimidad, hemos decidido dejarnos absorber por el agujero negro. No sabemos lo que habrá más allá; pero si podemos, que lo dudo, os lo contaremos.