El tirano digital 

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Según el diccionario de la RAE, un tirano es quien obtiene contra derecho el gobierno de un Estado y lo rige sin justicia y a medida de su voluntad. El individuo tirano puede ser también, en una segunda acepción académica, quien abusa de su poder, superioridad o fuerza en grado extraordinario en cualquier concepto o materia.

Existe otro perfil de individuo tirano, sin embargo, del que todavía no hay acepción en el diccionario académico: se trata del tirano nacido en los tiempos actuales de la digitalización y la comunicación; Éric Sadin nos traza su genealogía y nos lo describe en el ensayo La era del individuo tirano. El fin de un mundo en común (Caja Negra, 2021). 

Éric Sadin sostiene que hoy existe una nueva condición del individuo contemporáneo, caracterizada por la abolición progresiva de todo cimiento en común para dejar lugar a un mundo en el que el «yo» representa la fuente primera y, en general, definitiva de verdad. El origen de esta condición se encuentra en el proyecto emancipador del individualismo liberal, seguido de la cultura neoliberal y el narcisismo de masas de las sociedades de consumo, con el aporte definitivo de la industria de lo digital, que ha desembocado en lo que Sadin califica como «la era del individuo tirano».

En 2007, con el advenimiento del smartphone, aumentó la impresión de los individuos de gozar de una forma de liviandad de la existencia personal y de una independencia que aumentaba sin descanso; a fuerza de usarlo todo el tiempo, ese cetro de vidrio y cristal contribuyó a la emergencia de una nueva psyqué del individuo, que se vio beneficiario de mayor expresividad y de un nuevo poder, dice Sadin.

En las redes sociales, la práctica desenfrenada de la expresividad es la nueva pasión del individuo contemporáneo, quien se narra a sí mismo ante los ojos del resto y obtiene marcas de asentimiento. La expresividad ocupa un lugar preponderante y muestra cómo los individuos buscan ser reconfortados al mismo tiempo que pretenden dar testimonio de su singularidad por medio de la expresión y de la exposición pública de sí mismos.

Esta es la pasión —o, más probablemente, la neurosis— universalizada de la época. No se trata solo de una inflación del ego o de un narcisismo generalizado, se trata de un nuevo posicionamiento de los individuos: «incluso si la mayor parte de ellos —dice Sadin—viven en marcos ásperos y austeros, ven cómo se les ofrecen canales que les permiten proceder a purgas continuas respecto de las múltiples frustraciones que padecieron». Ante el estado de impotencia creciente de muchos sujetos por su situación personal, social o laboral, el uso de tecnologías personales les permite ser más activos y reconquistar márgenes de poder que se les habían reducido.

Hoy el individuo contemporáneo vive con la sensación de que no hay nada por encima de uno mismo. Esta configuración constituye, según el filósofo francés, un giro implosivo: el hecho de asistir a un divorcio masivo entre los individuos y el ordenamiento colectivo. El principio de autoridad y todo lo que estructura la vida social (códigos, reglas, usos, obligaciones, prohibiciones) se desmorona y se excluye del campo de atención o se ve violentamente rechazado por el individuo contemporáneo.

El perfil del individuo tirano de la era digital se manifiesta en las redes sociales con la afirmación sin freno de uno mismo; la ira, la crueldad y la deslegitimación de la palabra del otro; el discurso del rechazo y del odio; la aparición masiva de trolls y de expresiones denigrantes destinadas a rebajar a los demás; las humillaciones en línea; el ciberacoso; el envío de vídeos de contenido sexual por medio de celulares sin consentimiento de la persona afectada; las deepfakes o pornografía no consentida derivada de la inteligencia artificial que afecta a las mujeres; las redes mafiosas, las llamadas al crimen; los asesinatos ciegos, los episodios cada vez más frecuentes de violencia masiva… 

Todas esas crueles agresividades mediante lo digital son ejemplos de un espíritu de la época, de un temible estado de ingobernabilidad permanente, de una humanidad que se destruye a sí misma: «Vivimos la época —dice Sadin—que nos mostrará una feroz lucha entre Thanatos y Eros, entre aquellos movidos por la pulsión de destrucción y los que están animados por la firme intención de construir y el principio de esperanza».