Con el mayo del 68 se arrinconaron las ideologías. Marcuse y Cohn Benditt proclamaron haber superado los determinismos políticos de la derecha y de la izquierda. El pensamiento se hizo post-freudiano y la modernidad se convirtió en postmodernidad.
El arte se volvió manierista, se miró el ombligo, ese minúsculo botoncito que se encuentra justamente en el centro de gravedad del cuerpo humano, ese pequeño pellizco de la comadrona que ayudaba a dar a luz unas criaturas ricas y consentidas como lechones o ternerillos adquiridos en una gran feria, en la feria de las vanidades.
El arte dejó de hablar de la expresión humana y se puso a hablar de sí mismo. Los críticos hablaron del arte con un lenguaje decadente. ¡Qué difícil se les puso a los artistas con talento, a los verdaderos creadores! A partir entonces, los críticos se vieron obligados a hablar del «mercado del arte» y los creadores artísticos guardaron el arrebato o el espíritu revolucionario en la estantería más alta y polvorienta del almacén de la epistemología.
Los músicos abandonaron la investigación atonal y poco a poco volvieron a la tonalidad y a la melodía. Los pintores y artistas gráficos se dedicaron a hacer carteles publicitarios, los escultores se pasaron al diseño industrial y los arquitectos proyectaron edificios que sólo se sostenían en los planos. Estos eran expuestos en galerías de arte, como si el plano fuera el objeto de la arquitectura.
¿Qué pasó después de los maestros del Movimiento Moderno? ¿Qué se hizo del racionalismo arquitectónico? Aparecieron el americano Venturi y los Five Architects y nos explicaron el post-modern.
Ahora ya no se trataba de solucionar los problemas del hábitat humano, ni los problemas estructurales, ni los constructivos, ni los de funcionalidad, ni siquiera los problemas formales dentro de un contexto urbano.
La arquitectura, a partir de ese momento, hablará solo de arquitectura. Solamente será apreciada por su componente mediático y tendrá como único objetivo la satisfacción de la vanidad del arquitecto y del personaje que hace el encargo.
Ora tutto é perduto.
Y todos los modernos diseñadores cayeron en un esteticismo que no podemos calificar más que de dulzón, blando y adocenado.