El hombre azul

Con el agua al cuello

 

En el surco de tu arruga última
vislumbro el paso de alguna guerra perdida
rastros de pan y mucha sed
un río a medio cauce y la sutil melodía de un milagro.

Creo saber de qué te vistes
entre telas de afectos e hilos de abandono
memoria tramposa de una vida vivida
entre la sombra de una herida
y el deseo de correr lejos hacía el viento.

Hay una estrella en tu árbol
que acompasa esas lágrimas mudas que
abrigan esa entraña
un halo de verde y musgo que
hacen de tu vida en presente
ser un Ulises
prender velas
y creer.

Los días llegan y en ti se sostienen
esparces equilibrio y cielos rotos
amilanas la noche y atiendes el relente
que en ti ya no es escarcha
que en ti la sangre fluye
y de ese bombeo infinito
haces de tu corazón otro
sin espinas ni rencor
ligero de equipaje
para que la calma llegue
para que el amor te aguarde
con la luz de tu árbol
al abrigo de tus manos.

 


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