El gusto y la razón

Leído por ahí

 

En su opúsculo El arte de tener razón, expuesto en 38 estratagemas1, Arthur Schopenhauer explica por qué la verdad de una proposición y la aprobación de esa verdad por parte de los contendientes son dos cosas bien distintas.

Si en nuestro fondo fuéramos honrados, en todo debate intentaríamos que la verdad saliera a la luz, sin preocuparnos de si, de hecho, ésta resulta conforme a la opinión que nosotros sostuvimos al principio o a la de otro. Pero esto no se convierte en lo principal. Nuestra congénita vanidad, especialmente susceptible en todo lo concerniente a la capacidad intelectual, no quiere aceptar que lo que, en el primer momento, sostuvimos como verdadero aparezca falso, y verdadero lo que sostuvo el adversario. Por consiguiente, cada uno debería primero pensar y después hablar. Pero en la mayoría de las personas, a la innata vanidad se une la incontinencia verbal y una innata falta de probidad.

O sea: resulta inútil pretender convencer a nadie mediante razones. La gente es torpe y vanidosa, carece de honradez y le sobra palique. En consecuencia, para eludir cualquier discusión, deberíamos basar nuestras opiniones en preferencias subjetivas, sin aportar razón alguna. Como en facebook: clicando likes o pasando del tema. Cualquier otro camino es una pérdida de tiempo. A nadie íbamos a convencer con nuestros argumentos y, a la inversa, nadie conseguiría cambiar nuestros gustos mediante razones.

Moraleja

Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:

– Evite presentar argumentos a favor o en contra de este artículo o de cualquier otro de La Charca Literaria. En primer lugar, porque sus razones no le servirán de nada frente a la estrechez mental de nuestros editores. En segundo lugar, porque nuestras razones, si las tuviéramos, tampoco le convencerían a usted. Clique el «me gusta» y santas pascuas.

– Acepte que el resto del mundo también guía sus opiniones por preferencias subjetivas. ¿Prefiere usted la tortilla de patatas o la de cebolla? No es que la de patatas sea mejor, es que hay gente a la que le gusta más. Por otra parte, la lectura del opúsculo de Schopenhauer sobre cómo tener razón en las discusiones provoca somnolencia.

– Observe que las preferencias y los gustos no dicen nada de la cosa en sí, sea esta el arte barroco, la ópera italiana, el nacionalismo catalán o la filmografía de Hitchcock. La expresión del gusto ofrece únicamente información autobiográfica, lo cual es razón de más para no exponerla públicamente. ¿Le apetece que le conozcan por sus (torpes) opiniones? Piense que informar sobre sus preferencias no le interesa a nadie, de manera que puede evitarse problemas manteniendo la boca cerrada. Cállese y saldrá ganando.


 

[1] Arthur Schopenhauer: El arte de tener razón, expuesto en 38 estratagemas (publicado en 1864, cuatro años después de la muerte del autor).