
Con la boca pegada al final del verano
el vecindario de las espaldas tatuadas
apura horas, agarrándose a las orillas de los ríos
nadie quiere volver a sus casas
porque sus casas ya no están pensadas
para vivir en ellas
y sueñan por un segundo el nomadismo
que creyeron posible en su juventud
pero esa impotencia
les llena la boca de insultos y dientes rotos
y quieren creer que el mundo
puede detenerse aquí, a principios de septiembre
y pegan más su boca al final del verano
pero la orilla del río
se agrieta entre sus tobillos
despegándoles bruscamente los labios
en el desgarro contrario a un beso
sangre salpica la arena
mientras la gran rabia por todo lo que ya no
empuja al vecindario de los tatuajes gastados
contra un presente
que seguirá secando sus ilusiones
aunque simulen creer lo contrario
Imagen Laura Weller