Era el primer día de las rebajas, volvió a casa y no había comprado nada.
El segundo día miró las tiendas llenas, llegó a casa y aún no había comprado nada.
El tercer día, lo mismo; regresó a casa con las manos vacías: tampoco esta vez había comprado nada.
En realidad, ¿no quería comprar algo, cualquier cosa? ¿Salía y volvía sin haber comprado nada porque le faltaba dinero? ¿Lo hacía porque veía las tiendas llenas y no quería estar con demasiada gente? ¿Acaso lo hacía por principios, como rechazo al consumismo? ¿O tal vez ya tenía lo suficiente y no necesitaba nada más?
Muchas preguntas en tiempos de rebajas, hubiera dicho él, muchas preguntas rebajadas. Que no son las mismas preguntas de antes, cuando aún no estábamos en días de rebajas y la intención era otra, menos entrometida en la formulación de las preguntas, y de más calidad.
Cuentan algunos rumores que había sufrido un desengaño amoroso con una novia manirrota, que gastaba lo que no tenía, y por eso desconfiaba de la formulación de preguntas en tiempos de rebajas.
En definitiva, lo único que sabemos y podemos relatar es que salía a la calle el día de las rebajas, volvía a casa y no había comprado nada.