El Canigó, de Jacinto Verdaguer Santaló

Mortificaciones literarias



Don Jacinto nació siete años antes que Antonio Gaudí. Fueron, aquellos años, unos años muy malos para Cataluña. Si Antonio hizo los edificios más horripilantes jamás vistos, don Jacinto escribió las poesías más aborrecibles jamás publicadas. La cultura catalana nunca agradecerá lo suficiente la labor correctiva del chauffeur de tranvía que arrolló al arquitecto y que nos libró de más aberraciones arquitectónicas.

En la obra de Jacinto se destacan dos piezas insufribles: L’Atlàntida y ese El Canigó, que llegó a ser lectura obligatoria para estudiantes catalanes de secundaria. Es maravilloso que algún catalán siga leyendo literatura catalana tras un suplicio tan mayúsculo. Ambas obras pretenden construir una alegoría nacionalista trasnochada, delirante, retrógrada, un ensueño tedioso. Nadie diría que cuando Jacinto escribía ya se había publicado a Baudelaire, a Lautréamont y a Lord Byron.

Hay, en el léxico catalán, una palabra que define a Jacinto Verdaguer: carrincló. Nada más debería reseñarse en la enciclopedia mundial que carrincló en la entrada dedicada al cura de Folguerolas. Aunque lo mejor sería no mencionarle. Y ahorrarse algo de tinta: el ahorro es muy catalán.

El pobre cura vigitano, errático, dipsomaníaco, sicalíptico y pendenciero, fue capaz de comprar ediciones completas de los autores que odiaba para quemarlas en el patio de su casa y privar así al lector catalán de las lecturas que consideraba impropias. Irascible, irracional y con tendencias pederastas era el autor del cántico del Canigó, que solo debe gustarle a Pilar Rahola.

Una vez leí un libelo en prosa de Jacinto: En defensa propia, un texto muy opaco que debería ser de lectura obligatoria en la facultad de psiquiatría, ya que con su oscuridad ilumina el laberinto del victimismo catalán. Es más: el comunicado a la patria que lanzó el señor Jordi Pujol en donde contaba que los millones de Andorra procedían del abuelo Florencio parece inspirado en el librito del mosén, del mismo modo que su discurso cuando lo de Banca Catalana. Debe ser por eso que se dice, a veces, que Cataluña parece una nación culta.

Por fortuna ya nadie lee a Jacinto. Ni tan solo mi perversa prima Obdulia. Ella solo admira el carácter eréctil de la Sagrada Familia de Gaudí. Le encargó al orfebre Bagués una réplica de la aguja dedicada al apóstol Mateo, de plata, de 25 centímetros de longitud.

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Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas a las que engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.