En un profundo rincón de la sombra del sueño
de honda tristeza que ahora fluye,
pienso sobre un místico enigma de difícil respuesta.
La soledad que brota de todos los seres vivos,
esa soledad que se prolonga a lo largo de una eternidad,
esa emoción tan indeciblemente esplendorosa
Sakutarō Hagiwara
En 1917 Sakutarō Hagiwara (1886-1942) se auto publica el primer poemario en verso libre del archipiélago nipón: Ladrando a la luna (Tsuki ni hoeru,月に吠える). Ya por entonces un tono melancólico, cuando no macabro, impregna sus páginas. Así lo cuenta Daniel Aguilar, traductor de esta edición, en la introducción pertinente. Hagiwara nació en Maebashi, en la región de Kanto, en el seno de una familia de posición económica desahogada —su padre era médico— seguramente una noche de luna tan brillante como los adornos de luz de gas… Recordar a los lectores que en 1923 tuvo lugar uno de los terremotos más destructivos que han afectado al Japón, precisamente en esa región, con una intensidad de 8.2. Murieron más de cien mil personas. Reacio a los estudios convencionales abandonó la Universidad para dedicarse al estudio de la música, en concreto el aprendizaje en el uso de la mandolina. Antes que nada, el verso debe ser música.
Este volumen de Quaterni contiene una edición de su poemario Sueños de un gato azulado, acompañado de algunos de sus aforismos y el genial relato: “El pueblo de los gatos”. Se incluye también el breve e intenso ensayo de Takahiko Osaki: Paisajes y sonidos de una mirada simbolista. Hasta donde yo sé es la primera traducción al español de textos de este poeta.
Amigo de los novelistas Tanizaki (1886-1965) y Akutagawa (1892-1927) cofunda en 1916, con Murō Saisei (1889-1962), la revista literaria Kanjo (Sentimiento). Un año antes había tratado de suicidarse.
«Hagiwara se sentía vinculado a la filosofía nihilista europea (Nietzsche, Schopenhauer) y a los poemas de Baudelaire, Verlaine y Mallarmé, que Ueda Bin tradujo en 1905. Esta vinculación impregnó sus poemas con melancolía y nostalgia. Le ayudó también a expresar su propio destino, su desesperación y ansiedad existenciales y a explorar conscientemente su propia psique alienada. Las exploraciones poéticas de su oscuro destino resonaron en los intelectuales de la época y le convirtieron en uno de los principales innovadores de la poesía japonesa moderna». Hasta aquí P-J Van Haecke, un lacaniano belga.
Daniel Aguilar nos recuerda que el poema en prosa es algo básicamente importado de Occidente (Turgueniev, Baudelaire…) y que Hagiwara es uno de los más importantes poetas japoneses de su generación y uno de los primeros en escribir al estilo occidental, estando considerado hoy como el primer poeta japonés moderno. Hagiwara, impregnado del espíritu decadente francés concibe el arte como una especie de consuelo del alma.
Carol Hayes, fallecida en 2022 y destacada especialista australiana en la obra del autor que nos ocupa, autora de A stray dog howling at the moon: a literary biography of Hagiwara Sakutarō señala como Hagiwara, al leer las obras de Dostoievski, sintió que había encontrado un alma gemela comentando que, si bien había aprendido filosofía con Nietzsche y poesía y ritmo con Poe, con quien había aprendido psicología era con Dostoievski. El impulso nostálgico de Hagiwara, combinado con su naturaleza depresiva, producto en parte de no tener una vida familiar feliz, influyó decisivamente en su percepción poética (C. Hayes). Osaki destaca la tendencia del poeta a “escapar mediante psicoestimulantes de la visión naturalista de la vida”. Estaba convencido de que el verso libre era la única forma capaz de satisfacer adecuadamente las necesidades emocionales de los japoneses del siglo XX. Fue además autor de numerosas críticas culturales y literarias y un conocedor profundo de la poesía clásica.
Hagiwara permanece entre nosotros en los intersticios del sueño, donde no para de llover, buscando mezclarse, caminando, con la multitud… Todos los borrachos se parecen a los gatos.
–