Según nos informa Nietzsche, la fisiología y otras causas físicas son determinantes en la consecución de la verdad y en la creación artística.
El sabio alemán se enfrenta a las verdades que descansan sobre pies de barro. Este bufón valiente que anunció la muerte de Dios, nos dice cuál es la sustancia de los sentimientos que animan aquellas verdades.
Coincido con el alemán cuando en la Gaya Ciencia nos dice que determinados logros artísticos o intelectuales son debidos a condiciones físicas favorables y que no tienen nada que ver con la ciencia infusa ni con el espíritu excelso o con la moral.
Nietzsche relacionaba los vientos calientes y húmedos con la predisposición a la música y se preguntaba si no deben ser estos vientos los que llenan las iglesias y dan a las mujeres ideas de amor.
El filósofo teutón explica los hechos sentimentales, ideológicos o intelectuales a partir de las causas físicas primarias que aparecen en el momento más inesperado.
Da a la fisiología un papel determinante y no duda en relacionar la oscuridad y pesadez de un texto con el funcionamiento del aparato digestivo del autor, ni el cariz pesimista de una reflexión con la mala calidad del aire del lugar en que fue concebida, ni la vileza de una acción con el mal funcionamiento de una víscera.
Estoy casi convencido de que el cuerpo es el único que nos puede instruir sobre el estado de nuestra personalidad profunda y la separación entre cuerpo y alma es algo que siempre me ha olido a engaño interesado.
Cuando dejo de dar crédito a la conciencia y atiendo al cuerpo, cuidándolo, es cuado interpreto mejor la realidad.
El arte y la poesía funcionan muy bien, se disfrutan plenamente, bajo la sombra de un pino junto al mar, degustando unas anchoas con pan con tomate, o unas gambitas al ajillo.
Dejémonos de sentimientos enlagrimados de cebolla y claros de luna que aún continúan iluminando las caritas monas de las jovencitas con acné.