Durero retrató a Erasmo de Rotterdam

El martillo pneumático

 

Llevado por su espíritu renacentista Albrecht Dürer viajó a Rotterdam donde conoció a Erasmo. El pintor y el filósofo se encontraron en diversas ocasiones. En una de ellas, el autor del Elogio de la locura se encontraba afectado por una indisposición digestiva que le obligaba a interrumpir constantemente la charla que mantenían sobre el neoplatonismo.

Durero recomendó al sabio de Rotterdam la ingesta de aceite de oliva, algo que Erasmo aceptó con la confianza de poner remedio a su mal. Por la falta de costumbre o por no tener habituado su estómago a la acidez de aceite, el resultado no se hizo esperar y la descomposición intestinal del humanista se prolongó durante más de tres semanas. Entre retortijones no le quedaba humor al humanista para elogiar a locos ni a cuerdos. 

Aquellos días (en 1520), el artista alemán realizó un dibujo al carboncillo de Erasmo, precisamente tomó apuntes cuando el sabio sufría unos fuertes dolores de barriga. Naturalmente, y dada la facilidad que Durero tenía para representar con precisión la naturaleza, el humanista quedó retratado con cara de pocos amigos, con la vista caída y con el rostro constreñido, además fue representado con un gorrito ridículo que ocultaba la noble frente del sabio.  

Erasmo quedó profundamente decepcionado por el retrato y, a partir de entonces, las relaciones entre el filósofo y el artista se deterioraron y el humanista aborreció el aceite de oliva, dejó de tomarlo y consumió, hasta el resto de su vida, viandas guisadas con manteca.

Ni que decir tiene que la indisposición del filósofo no afectó al neoplatonismo, pero resulta difícil saber si aquellos retortijones tuvieron influencia en las propuestas estéticas que más tarde plantearía la Contrarreforma.