—¿Y tú, de quién eres? preguntaban los ancianos a los niños del lugar.
—De Elisa y José Antonio, el mayor de «Las muelas», casado en Aguilar.
En esa respuesta ellos me ubicaban en su pandemonium y restauraban mi identidad.
Lo malo del Alzheimer es que no deja responder esa pregunta. Al ¿tú, de quién eres? uno no sabe qué contestar, dónde hallar la respuesta, en qué paisaje enraizar.
Si en lo personal es dramático vivir en la amnesia, sufrirla en lo colectivo es también espectral.
Desconocer los hitos cimeros de la Historia (quién fue Erasmo de Rotterdam, cuándo ocurrió el desembarco de Normandía, qué significó el asalto a la Bastilla, qué supuso Lorenzo el Magnífico en la Italia sideral) es sufrir Alzheimer social.
No saber quiénes somos y qué diantres hicimos. Una barbaridad.