Había sido bello, útil y robusto; pero ahora el tiempo había provocado desgaste, deterioro y obsolescencia.
El desgaste había dejado sus huellas. Casi todos sus sistemas estaban deteriorados.
Muchos elementos habían perdido eficacia y parecía que su vida útil se acortaba.
Había caído en una obsolescencia total; pues, en comparación con otros, ya no daba el rendimiento esperado. Cuando esto ocurre, el abandono es inminente.
Además, no hace mucho un percance estropeó más de un elemento básico. Su integridad peligraba.
Depreciación. Iba a costar reparar todo aquello.
¿Estado de ruina? Difícil, para declarar el estado de ruina se requiere valentía.
Sin embargo, había que tomar una decisión: abandono, restauración integral o dejar que cayera de puro viejo.
Después de mirarle a los ojos pensé: ¡Pobre cuerpo enamorado!