Cuerpo de baile

Perplejos en la ciudad


Recortaba palabras escritas en un papel.

Una vez bien recortadas las siluetas, las extendía sobre la mesa del bar y las embastaba en rojo con una aguja de coser.

A continuación, las enderezaba y, accionando el hilo rojo, las ponía en movimiento para que dieran pasos de baile, en volandas, sobre la mesa.

Si un curioso del bar le preguntaba el precio de una de aquellas siluetas de papel, él contestaba que no podía venderlas: no tenían precio, eran de un valor incalculable, impagables.

El curioso se alejaba sonriendo con malicia, guiñando un ojo al dueño del bar, convencidos ambos de que el animador de palabras era un pobre alucinado.

Cada día las palabras eran distintas, salvo las cinco que destacaban en primera fila, en el cuerpo de baile. No variaba el color del hilo con que las embastaba, todas fileteadas de rojo.

He aquí las cinco palabras destacadas:

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