Urano, uranio. Elemento químico radiactivo de número atómico 92. Metal abundante en la corteza terrestre, se encuentra principalmente en la pechblenda, muy apreciado y cortejado por los hombres osados del siglo XX. De color blanco argénteo, muy pesado, dúctil y maleable, es fácilmente inflamable, muy tóxico y se puede fisionar en una central nuclear o en los aposentos apocalípticos del infierno, lugar simbólico que no existe, pero cuya llamarada se siente en la mente, ergo también en las carnes, como indican los vaticanistas del siglo XX.
Se recomienda que tal elemento no sea utilizado como icono o materia de regalo, porque, a diferencia del mercurio, no participa, por ejemplo, en la bella composición de los termómetros de cualquier farmacia-anticuaria para señalar numéricamente la fiebre de poder (de 35º a 42º). Fiebre que afecta a todos los individuos, ya sean políticos, periodistas, artistas o simples poetas mortales (disculpen la digresión térmica).
El uranio se usa como combustible nuclear, político y económico, esto es, con pocas propiedades poéticas, aunque Urano sea hijo y esposo de Gea (la madre tierra), el padre de Cronos (el castrador) y el abuelo de Zeus (el de los truenos y relámpagos, ya sabes). Las sales que contiene, que no provienen directamente del mar sino de la tierra que había sido mar, se emplean en fotografía y en la industria del vidrio; uno de sus isótopos se utilizó en la fabricación de la primera bomba atómica, de recuerdo mítico e imborrable en la historia del ser humano. (Símb. U)
También dícese de Uranio, Urania (Del gr. οὐράνιος, celeste), perteneciente o relativo a los astros y al espacio celeste, a cuyo ámbito, sagrado pero no azul, ascienden las cenizas de la naturaleza, del hombre y la mujer y de todas las criaturas del bajo y alto mundo. Bajo sus pies inquietos se oculta el origen del sonido de la primera explosión, el big bang, que seguramente viaja de incógnito en los agujeros negros del espacio.
Así finaliza esta lección del poeta romántico del barrio, cuyas obras completas serán editadas y financiadas algún día por la Fundación Urano Castrado y Uranio Atómico de los Anillos*.
* Nota
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