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La literatura de entretenimiento embrutece al mundo. Como cualquier otro arte malo. Sin embargo, una vez me compré (de segunda mano) una novelita titulada Cementerio de animales cuyo título en inglés es Pet Sematary, de un tal Estéfano King. Mi odio a las mascotas me empujó a la compra compulsiva, puesto que no desearía otra cosa que ver la desaparición de toda mascota. Eso y ser objeto de la atención erótica de Obdulia, mi prima viciosa.
Fue la mismísima Obdulia quien encontró mi novelita en la mesilla, y me recriminó con durísimas palabras tal pérdida de tiempo. Esa bazofia es indigna de ti, susurró, y tiró el librito por la ventana del mismo modo en se deshace de mis calzoncillos viejos. Con su infinita voluntad de humillarme, esa maldita voluntad a la que parece haber entregado su vida entera.
Poco después, mientras daba buena cuenta de mi mejor whisky, su cabeza dio con un pensamiento obsceno y me lo contó: Ya que tu libro merdoso trata de cementerios, te invito a un guateque fúnebre y morboso dentro de tres días, en el Cementerio de Las Corts. Deja tu moral burguesa en casa y vente preparado. Vendrá el doctor Pacheco, ya sabes lo perverso que es y las ideas que se le ocurren cuando me ve.
Pasé los días siguientes imaginando, con un deleite enfermizo, lo que me iba a encontrar en el cementerio junto a los viciosos amigos de Obdulia. Acudían a mi mente, en tropel, escenas de un teatro de la depravación en las que Obdulia, rodeada de varios hombres muy turbios, era la sacerdotisa, la esclava, la doncella del diablo, la virgen inocente llevada al altar de los sacrificios, la muerta, la meretriz nazi, el ama dominante en un tugurio parisino de la época de Napoleón III, la huerfanita secuestrada por una secta satánica de policías de Pinochet… Para gozar con más detalles de mi imaginación desbocada visité el cementerio de Las Corts dos días antes de la cita, y así pude situar cada escena en su lugar, fijándome en los detalles del decorado en donde se llevarían a cabo las situaciones más escabrosas y delirantes. La noche tras la visita la pasé en vela, haciendo esquemas y dibujos de los tórridos instantes que mi fantasía me brindaba. Imaginé disfraces, artilugios para el placer y el dolor, óleos, cremas, sustancias estimulantes o aletargantes… Por la mañana me metí en la bañera de agua helada para mitigar la fiebre.
Unas horas antes de la cita en el cementerio me llamó mi madre, que había preparado boniatos y castañas y panellets, y una botellita de mistela. No pude negarle el placer de una castañada a la catalana. Pasé la velada con mi madre y no hubo cementerio ni animales.
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Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas a las que engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.
(La portada del libro es una reinterpretación de Zappico2014, of course).