La Charca Literaria

En la Roma de la decadencia la realidad imitaba al arte, concretamente al teatro de la crueldad y al Satyricón de Federico Fellini.

Recuerdo especialmente los retretes de “placa turca”, tan abundantes en los países islámicos, en los que había que recuperar la memoria simiesca y natural de cagar en cuclillas.

Plazas públicas y descampados se alumbraban con brujas en llamas.

Lucía veía el mundo, por el lado limpio, con una nitidez casi dolorosa.

El Tenebrario y su “estrépito” son artefactos litúrgicos oscuros.

Tiene la pantera clásica en los grabados antiguos el cuerpo largo, el corazón grande, cuatro tetas en el vientre y unas patas parecidas a las de los perros.

Para mí, la figura de Paloma Picasso está asociada siempre al rojo de la sangre de las doncellitas en la que se bañaba larga y voluptuosamente en la película de Borowczyk.

Al abandonar mi asiento para ir al lavabo, me crucé en el pasillo con un anciano robusto vestido de negro, de larga cabellera de plata, barbudo, algo corcovado.

Como en otros cementerios colosales, en el de Staglieno habitaban colonias de espectros que no habían conseguido abandonar la tierra.