Apreciado señor director:
Le escribo desde mi condición de editor de una revista de poesía, agradeciéndole de antemano su interés y consejo. Quiero que sepa que me hallo enfrentado a un dilema moral, que es el siguiente:
Una viuda tiene una hija única con tan mala salud que le impide trabajar. Su único interés es escribir poesías y cree que en este campo le espera un gran porvenir. La madre comparte su punto de vista y se mata a trabajar para mantener a su hija y a ella misma. Pasan los años. Nadie acepta los versos de la muchacha que, además, ha caído enferma con una tisis incurable. Su única obsesión es que acepten e impriman alguno de sus poemas en una revista del ramo, antes de morir. Esto es también lo que desea para ella su madre.
Uno de esos poemas —irremisiblemente mediocre— lo tengo ahora en mis manos, como editor de la revista. La madre es una de las limpiadoras del edificio donde está mi despacho. Ha venido a verme, me ha contado la historia y me ha suplicado que imprima el poema.
Debo añadir que el poema está, incuestionablemente, muy por debajo de la calidad de la revista, pero publicarlo no pondría en peligro su prestigio.
¿Cree usted que debo obedecer a mi primer impulso y publicarlo? O bien, ¿debería reprimir dicho impulso basándome en que no tengo derecho a ofrecer a los suscriptores —simplemente por proporcionarme a mí mismo una ínfima satisfacción moral— algo que sé que no tiene ningún valor?
Añadiré que la madre —una señora de muy buen ver y, ciertamente, voluptuosa— se me ha entregado con pasión (y frecuencia) en la intimidad de mi despacho, confiando con ello lograr sus objetivos. ¿Cree usted que debo dilatar la situación y seguir obteniendo los favores de la madre? O bien, ¿debería publicar de inmediato el poema, aun a riesgo de defraudar a mis lectores y dejar de lado una relación tan provechosa?
Le ruego me responda por correo privado. Un cordial saludo,
Juan Hospitalario