Mi prima Obdulia, viciosa y compulsiva, se terminó el papel de liar porros en un largo fin de semana de juerga, dipsomanía y sicalipsis. Agarró un librito de su biblioteca y usó las páginas de las Elegías de Bierville para confeccionar sus cigarrillos de hierbas. «Por fin le encuentro utilidad a la poesía de este memo», dijo entre risas. A la mañana siguiente recogí algunas de las hojas que se habían salvado de la quema y me puse a leer. Descubrí una escritura pedante e insulsa, llena de artificios inanes. Nunca me gustó la poesía, y esas Elegías de Bierville son el argumento didáctico para explicar mi aversión a los poetas.
Mientras estaba leyendo apareció Marcelino, uno de los amantes de Obdulia, desnudo y todavía sin acostar. Me contó, entre hipos y vaivenes, que Carlitos Piba fue considerado el poeta catalán más importante, y que hoy en día todavía se usa su nombre para el premio de poesía más prestigioso. Parece mentira, pero así es. Le pregunté por las preferencias sexuales de Piba (y no por las de Obdulia, de quien conozco bien su extenso catálogo de filias y parafilias).
Díjome Marcelino:
—Los poetas son siempre homosexuales que se reparten entre varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Ahí tenemos a Walt Whitman, Neruda, Blake, Paz, Darío, Verlaine, Cernuda, Gil de Biedma. Algunos pueden pasar de maricones a simplemente asexuales, como es el caso de Piba y sus poemas vacuos y pretenciosos, llenos de estatuas de héroes griegos, plagiando a Rilke y a Kazantzakis, que eran paradigmas de bujarrón. Piba optó por una intelectualidad más falsa que un duro sevillano, haciendo gala de una cultura exquisita que solo era una postura, como las posturas de esas púberes que publican sus fotitos en Instagram. Estas chicas, por lo menos, son honestas y no engañan a nadie.
Marcelino hizo una pausa para eructar (el eructo derivó en una sucinta expulsión de vómito verde) y luego prosiguió:
—Carlitos Piba pretendía demostrar que en catalán se puede escribir alta poesía y no solo pareados patrióticos. Era una buena empresa, pero el pobre fracasó. El lector catalán prefiere las cancioncillas insulsas de Lluís Pach, que tiene vocación de loca bipolar y gusto de ninfo.
En este momento de la conversación escuchamos los alaridos de Obdulia, muy cabreada por la flojera eréctil de su amante. Marcelino se sintió impelido a acudir ipso facto. No leí ni un solo verso más de Piba.
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Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas a las que engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.
(La portada del libro es una reinterpretación de Zappico2014, of course).