Cánida

Chamanita Muskaria


Dejé suelto al can para que mordiera los restos de los desvanecidos

no pasó el sendero de huesos, aún quedaban pieles por olisquear,

recién abandoné el vértigo en el cajón de las bragas

y en su lugar apareció el deseo de topos rojos y encaje

mecí mis dedos y aleteé sobre el humo del loquito

que inhala opio y cristal.

.

Ladró bajo las escápulas

crucificando su lengua en agujeros de lombriz

y sin querer, volví a esa noche en las dunas

volví a rodar enrastada y naranja

a descubrir sus pecas

su dioscuridad.

.

Sucumbí al eterno retorno

giré la cabeza hacia la izquierda,

exhalé

y el pase brujo me trajo en espiral del agua a la arena

me quité la seda, me puse el tutú y los tirantes

pero no había tumba sobre la cual danzar

ni polvos blancos

ni siquiera cuerda para amar-res

solo humo, algo de moho, más mundo

.

el can te presiente y mueve la cola

la tierra se despeña cuando acechas por la nuca

en taras de sueños galopantes

en desbandada de pájaros enrejados en membrillo y pan

.

amo mis piojos hipertróficos

añoro la humedad de su falo emplumado

si aúllan los cernícalos de la dicción.

.


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