Caída

El martillo pneumático



Asociamos la caída a un desplazamiento que va de arriba abajo. Una precipitación que los románticos la temían al borde del acantilado.

Aquel desplome romántico es un declive sistémico hacia el pozo.

Interpretar la caída como una pérdida de cualidades o como un deterioro físico o mental, supone la aplicación de un cierto grado de subjetividad.

En el fondo de los pozos la luz es escasa. Allí, la oscuridad invade las cosas y se apodera de las mentes. 

¡Luz, más luz!, reclamaban los ilustrados.

Percibo la pérdida de claridad como una distopía donde queda excluida toda grandiosidad artística, toda virtud y todo goce.

Hay, sin embargo, otros lugares distópicos, donde la luz es exigua, donde las nieblas de la sinrazón inundan los corazones. Son lugares de pasión, de mentiras programadas, de engaños interesados, de superstición, de fanatismo, de intolerancia que se extienden sobre las ciudades y los territorios virtuales.

Desde lo alto del acantilado romántico o desde cualquier atalaya high-tech es imposible divisar una lucecita entre el estiércol de Occidente o entre la miseria del Tercer Mundo.

Caminando por el borde del acantilado sin apenas luz que guíe nuestros pasos, la caída es inminente.

Albergo una cierta esperanza, supongo que todos sabéis cómo encender una hoguera que nos proporcione un poco de calor y de luz.