Baltassar Porcell, así en general

Mortificaciones literarias



Nada hay más bochornoso que escribir libros para agasajar al poderoso. Actos de esa índole se practicaron siglos atrás, para obtener el favor de monarcas y de príncipes con baja autoestima. Pero que en el siglo XX un mallorquín escriba para darle gusto a un presidentito catalán resulta lamentable. La historia se puede leer como una caída sin fondo.

Sin embargo, a esa labor deplorable se dedicó Baltassar Porcell en novelas y artículos. A cambio, el presidentito le obsequió con un cargo a su medida, en una institución inútil a su medida (en la que su esposa ostentaba el cargo de generala). Nada nos sorprende del señorito presidente Jordi el Cigronet, pero la actitud genuflexa de Porcell es inenarrable. Sabíamos que se puede caer muy bajo a cambio de unos garbanzos, pero nadie imaginó que fuese posible tanta bajeza.

Los burgueses de Barcelona mantenían a sus queridas y les ponían un pisito y unas rentas para ir tirando, pero con tiento: la mantenida debía saber que todo estaba sujeto a su buena conducta. El señorito puede ser decadente pero no tonto. La querida solía gastar parte de su paga en mantenerse atractiva con ungüentos y lencería. Era una simbiosis dudosa, pero simbiosis, al fin y al cabo. Jamás se conoció a una mantenida que le escribiera libros a su mantenedor. Hasta que llegó Porcell: su prosa es la lencería para fidelizar al president.

Jordi el Cigronet siempre odiaba a los artistas y a los escritores, de quienes sospechaba un marxismo latente. Rebuscó entre ellos hasta dar con uno que le adulara sin remilgos. Porcell inmoló sus ideas para conseguir el pisito y la paga, como antaño las queridas. Porcell manejaba un Porsche y moraba en un chalé en Sant Cugat. Tenía secretarias, telefonistas, privilegios de todo tipo. El erario público le pagó billetes de metro y viajes en taxi al Lidl, tanto a él como a su muy joven esposa. La prosa catalana ganó un narrador inane, zafio y ramplón.

Porcell removió cielo y tierra para postularse como premio Nobel de literatura. Por lo visto (y lo chismorreado) le pidió ayuda al Cigronet y a Su Majestad hoy residente en Abu Dabi para que le allanasen el camino a Estocolmo, pero ambos se hicieron el sueco. Las queridas pueden pedir, pero dentro de un orden. Mi prima Obdulia carece de moral, pero a sus maridos y amantes los somete con el látigo, el cuero y los enemas. Obdulia es lasciva y castigadora, un ser muy superior al pobre mallorquín. Por eso me fascina.

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Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas que las engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.

(La portada del libro es una reinterpretación de Zappico2014, of course).