Asesinato en el Orient Exprés, de Ágata Christie

Mortificaciones literarias




Los lectores de novela negra distinguen entre novela negra de verdad (Hammet, Chandler), policial (Simenon), policial procedimental (Ed McBain), de derechas (James Ellroy), costumbristas, catalanas y rurales. A mí todas me parecen extraordinariamente insulsas. Las más aburridas de todas, las de Agatha Christie. Y luego las de Margarida Aritzeta, que no son ni negras ni aburridas: son malas copias de malos modelos.

Una señora de clase media, rayana en la retraite, se inventa un crimen, un asesino y un detective. A nadie en su sano juicio le interesa el crimen, ni el asesino, ni el detective salidos de la mente de alguien beato e inane. El crimen es un arte, como el arte ecuestre. Pero debería saberse que escribirlo en vez de cometerlo es un acto deplorable. Leyeron a Poe sin comprenderlo, y no leyeron a De Quincey.

El crimen imaginario es el más estúpido de los crímenes. Leí dos novelitas de la señora Christie: la primera fue Asesinato en el Orient Exprés, que es una obrita lánguida y aburrida, con un detective invertido y bigotudo que crispa a cualquiera. Y la segunda trata de un tal Roger Ackroyd, hombre imaginario al que a nadie le importa si está vivo o muerto: la intriga carece de intriga. Y, para más agravio, aparece de nuevo el detective irritante.

No comprendo el interés por la novelita detectivesca. Yo diría que Truman Capote detectó el problema y escribió A sangre fría, pero el mensaje no fue escuchado. Capote era demasiado exquisito: lanzó margaritas a los cerdos. En su versión catalana, la novelita negra suele ser más bien gris perla, extremadamente correcta y apta para todos los públicos, con mensajes al gusto de la moda verdelila, de esa izquierdita meliflua y pusilánime.

La novela negra es obra de la triste clase media, de la aborrecible burguesía menestral que no dispone de imaginación ni de nada, y que fantasea, tímidamente, con los crímenes que no osa cometer. Mi prima Obdulia es amante de la novela negra. Pero lo compensa con sus prácticas sadomasoquistas y su debilidad enfermiza por los hombres turbios. La disculpo por eso y porque asesinó a dos amantes. Que yo sepa.


Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas a las que engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.