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andaban lánguidas
bajas de moral
distraídas
como dispersas de calidez y roce
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sabía que la soledad tiene la luz apagada
de ruidos cómplices
y no se atrevía a embarullarse de cariños desconocidos
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sabía también
que las caricias eran sólo una sombra azul
sin riego, en el tiempo
de los últimos floreros
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que el abrazo al compadre
el toque al hombro
seguía latiendo
pero ya no le servía para abrirse
estrechando amigos
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entonces llenó la casa de bolsillos
al no soportar la tristeza de sus manos
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