Adoradores de Magoya

Lengua de lagartija


Estaba leyendo el último número del New Pornografic Magazine cuando golpearon a la puerta. Me vi frente a un hombre y una mujer de rostros iluminados. Habló el hombre:

—Buenas tarde, hermano. ¿Conoce el mensaje de Magoya?
—¿Quién es Magoya?
—¿No sabe quién es Magoya?
—No tengo la menor idea.
—Pues, Magoya es Magoya. El único Magoya. El creador de todo lo creado.
—Ah, qué bien.
—¿Quiere conocer el mensaje de Magoya, hermano?
—Vale, déjenlo en el buzón, después lo iré a ver.
—No, hermano, no es así como se recibe el mensaje de Magoya.
—Ah, ¿no? ¿Y cómo se lo recibe?
—Hace falta que se ponga de rodillas y toque el suelo con la frente; después diga: ¡Oh, Magoya, tú eres el único Magoya! ¡Tú eres Magoya y Mongo Aurelio es tu mensajero!
—¡Oh, Magoya, tú eres el único Magoya y Mongo Aurelio es tu majadero!
—¡Májadero no! ¡Mensajero! ¿Entendió?: mensajero, mensajero.
—Mensajero, mensajero.
—Bueno, ahora póngase de rodillas y toque el suelo con la frente.
—No puedo, tengo mal las rótulas y además me jode el lumbago.
—¿Vio? Eso le pasa por no oír el mensaje de Magoya —dijo la mujer.
—¡Tú cállate! —vociferó el hombre.
—¡Cállate tú, machista post aureliano! —contestó la señora.
—Bueno, dejémosla estar. Esta mala pécora no entrará al Paraíso. En fin, ya que no puede arrodillarse cómprenos el libro de Magoya.
—¿Y de qué va ese libro?
—¿Cómo de qué va? Va de Magoya. ¿De qué quiere que vaya?
—De acuerdo, ¿Cuánto cuesta el libro de Magoya?
—El libro de Magoya no tiene precio, pero a usted se lo dejaremos por un millón de dólares.
—¿Un millón de dólares?
—¿Le parece mucho? Bien, se lo dejaremos en cinco euros.