‒¿Por qué escribe? ‒pregunta la becaria al profesor del Taller de Escritura.
‒Por necesidad, para expresar lo vivido, lo que siento, como una forma de lucha ‒contesta el profesor.
‒Si tuviera la oportunidad de ganar un premio millonario, como el Planeta, a condición de escribir otro tipo de novela, más acorde con la moda de hoy, ¿lo haría?
‒Por supuesto, entonces escribiría también por necesidad: la necesidad de ganarlo, cobrar, ¡y a vivir que son cuatro días!
‒¿Y la otra necesidad, la de expresar lo vivido, lo que uno siente, aquella forma de lucha que mencionaba antes?
‒Ya la retomaría más adelante, y, si no, que les parta un rayo y que me quiten lo bailao.
‒¿Y para eso tanto cuento? ‒pregunta la becaria.
‒Como todo el mundo, niña, como todo el mundo – responde el profesor‒. Una cosa es escribir cuentos de verdad, de esos que no te dan de comer, y otra muy distinta es el cuento de la vida: la novela ganadora, el cuento del dinero, que te soluciona la vida. Deja que los otros sigan con el cuento de la verdad y no sé qué más historias, como esos poetas que se pasan todo el día quejándose de la vida y la muerte, del primer amor y la mala suerte, noche tras noche. Esos que no se comen nunca un maldito rosco.
‒¿Para eso tanto cuento, tantas palabras, tanto estudio: por un rosco? ‒añade en voz baja, inaudible, la becaria.