José Martín Cuesta recita «Los seminaristas» de Félix Anesio

Matinales de la Charca


A Osmán Avilés

Marchan por la Calle Obispo

bajo el látigo inclemente del verano.


Tras las raídas sotanas se vislumbra

el sexo de los hombres

que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina.


Las rústicas sandalias rozan los adoquines.

Como una impúdica plegaria se eleva el olor

de las axilas en el aire

envolviendo las aceras y las plazas.


Un jovencito imberbe y una niña los observan;

una beata, tras su velo, hace una extraña mueca y se persigna

mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada transeúnte.


Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer para verlos pasar.


De dos en dos, los seminaristas se pierden en la Calle Obispo.

Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta del convento,

erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan pesada cruz.                                                                                                         

Aún nos puede llenar de turbación la imagen que recuerdo.