Hipatia, la filósofa egipcia

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Hipatia de Alejandría, según la imaginó Rafael para su Escuela de Atenas (1512)


Al establecer la lista de mujeres de la Antigüedad que se consagraron a tareas literarias y filosóficas, Miguel Pselo —el historiador y filósofo bizantino del siglo XI— enumera a la Sibila, a Safo, a Teano y a «la filósofa egipcia». Ni siquiera necesita mencionar su nombre, dado que supone que todos los lectores estarán al tanto de a quién se refiere. Y se refiere, obviamente, a Hipatia de Alejandría —matemática y astrónoma, además de filósofa— que vivió entre el 355 y el 415 en Alejandría, época en la que los emperadores Arcadio y su hijo Teodosio reinaron en el Imperio Romano de Oriente. La fecha de nacimiento de Hipatia está sujeta a controversia; no así la fecha de su muerte, que se produjo el 415 a manos de un colectivo de cristianos fanáticos.

La fama de Hipatia se debe más a la brutalidad de su asesinato —del que se conocen todos los detalles— que a sus investigaciones y escritos matemáticos —que no se han conservado en absoluto. Aun así, sabemos que, en compañía de su padre, el también astrónomo y matemático Teón, escribió comentarios sobre las Secciones cónicas, de Apolonio, las ecuaciones de Diofanto y las Tablas de Ptolomeo. Además, sus discípulos escribieron maravillas acerca de Hipatia y sus conocimientos. Los testimonios de Sinesio, Sócrates Escolástico (que fueron contemporáneos de Hipatia) y Damascio (siglo VI) apuntan a una mujer de gran cultura que conocía y enseñaba neoplatonismo y filosofía clásica a quien se lo pidiera y era diestra en matemáticas, tecnología y astronomía. Sin embargo, otros cronistas de la época, como el obispo Juan de Nikiu (siglo VII), la consideraron una bruja, especialista en magia y en instrumentos astronómicos y musicales, con los que entretenía a mucha gente «con sus argucias satánicas». En su Crónica, escribe Nikiu: «El gobernador de la ciudad le rendía todo tipo de honores, ya que ella le había cautivado con su magia. Y él dejó de asistir a la iglesia tal y como era su costumbre […]. No sólo hizo esto, sino que llevó a muchos creyentes ante ella, y él mismo recibió a los paganos en su casa […]».[1]

Su muerte constituyó un auténtico martirio a la inversa, ya que no fue asesinada por paganos —como hicieron algunos emperadores romanos contra la cristiandad—, sino que fue víctima, precisamente, de una facción cristiana, los parabolanos, colectivo que cuidaba a los enfermos y enterraba a los muertos. Los parabolanos, respaldados por el obispo Cirilo —máximo representante eclesiástico en Alejandría—, se exasperaban ante el perfil ateo de Hipatia, su magisterio ético y su creciente crédito político con los gobernantes de la ciudad. Con el tiempo, la figura de Hipatia adquirió un perfil legendario, sobre todo a partir de la Ilustración, con Voltaire a la cabeza, que utilizó el martirio de la filósofa para desprestigiar a la Iglesia y la religión cristiana, culpables, a su juicio, del fin de la filosofía griega y de la racionalidad clásica.

Influido por las ideas de Voltaire, el historiador Edward Gibbon elaboró la leyenda de Hipatia. En su Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (1776-78) Gibbon declara al obispo Cirilo responsable y, por tanto, culpable de todos los conflictos políticos que hubo en Alejandría a comienzos del siglo V, incluido el asesinato de Hipatia. La represión contra los judíos, la destrucción de los templos paganos, la imposición a sangre y fuego del ideario cristiano y la muerte de Hipatia son los elementos que, según Gibbon, rompieron con la cultura espiritual de la Antigüedad y facilitaron la aparición de una Edad Media irracional y supersticiosa. Del obispo Cirilo —luego declarado santo— escribe su contemporáneo Isidoro de Pelusio que «era un hombre decidido a perseguir a los enemigos más que a propagar la doctrina de Jesucristo».

También los románticos Leconte de Lisle y Gerard de Nerval, en Francia, y Charles Kingsley, en Inglaterra, describieron a Hipatia como la encarnación del espíritu de Platón en la belleza de Afrodita: una atractiva joven, bien informada sobre filosofía y ciencia, que contaba con veinticinco años cuando fue asesinada, según la novela de Kingsley (1857)[2]. Este dato carece por completo de verosimilitud, tras las investigaciones de algunos historiadores actuales, como la prestigiosa Maria Dzielska, de la Universidad Jaguelónica de Cracovia[3]. Cuando Hipatia murió era una mujer mayor.

También el científico norteamericano W. Draper (siglo XIX) y Bertrand Russell, a mediados del XX, consideraron a Hipatia una figura heroica en el conflicto entre el espíritu libre que busca la verdad en el mundo material frente a la religión, que esclaviza la razón. Sobre san Cirilo escribe Russell en su Historia del pensamiento (1945): «El motivo principal de su fama es el linchamiento de Hipatia, dama muy distinguida que, en una época de fanatismo, profesa la filosofía neoplatónica y dedica su talento a las matemáticas […]. Después de esto Alejandría no vuelve a verse molestada por filósofos». Lo cual sabemos que tampoco es cierto: los mayores logros de la escuela filosófica alejandrina son de finales del siglo V y comienzos del VI con personajes como Amonio, Damascio o Juan Filopono.

Las últimas novedades en la leyenda de Hipatia aparecen ligadas a su atractivo feminista. Hay varias publicaciones académicas feministas que llevan su nombre. En una de ellas (A Journal of Feminist Philosophy, 1989) la poeta y novelista Ursula Molinaro, publicó un retrato de Hipatia en prosa poética, donde la filósofa aparece como experta en cuestiones eróticas. Para Molinaro, el asesinato de Hipatia representa no solo el fin de la racionalidad, sino el fin de la libertad de las mujeres.

Lo cierto es que para saber algo con certeza de la vida de Hipatia debemos fiarnos de las Cartas de su discípulo Sinesio, que luego acabó siendo obispo cristiano, de un breve texto de Sócrates Escolástico dedicado a la filósofa en su Historia eclesiástica (siglo V) y de las palabras del ya mencionado Damascio (siglo VI)[4], que describe con dramatismo las circunstancias de su muerte. Por su brevedad y contundencia transcribimos a continuación las palabras de Sócrates Escolástico sobre nuestra filósofa, quién fue y cómo murió, víctima del enfrentamiento entre Orestes (representante del poder imperial en Alejandría) y el obispo Cirilo (representante del poder de la Iglesia):

«Había una mujer en Alejandría cuyo nombre era Hipatia. Era la hija del filósofo Teón y llegó a tener una cultura tan grande como para alcanzar cotas muy por encima de los filósofos de su época, además de recibir en sucesión la escuela platónica procedente de Plotino y exponerles todos sus conocimientos filosóficos a los que querían. Por eso también concurrían ante ella los que, de todas partes, querían instruirse en filosofía. Y gracias a esa digna espontaneidad al hablar que la asistía en virtud de su gran cultura, no solo iba y se presentaba con total castidad ante los magistrados, sino que no sentía empacho alguno de aparecer en medio de reuniones varoniles; y es que, por su extremada castidad, todos la respetaban más aún y se quedaban asombrados. Lo cierto fue que, entonces, la envidia aprestó contra ella sus armas. Y en efecto, como con bastante frecuencia solía encontrarse con Orestes, esto provocó contra ella entre la comunidad cristiana, la calumnia de que era ella misma, por tanto, la que no permitía que Orestes entablara amistad con el obispo. Y así, unos sujetos de ánimo exaltado a los que acaudillaba Pedro, un lector, confabulados acechan a la mujer cuando volvía de algún sitio a su casa: la tiraron de su litera y la arrastran hasta la iglesia que recibe el nombre de Cesareo y, después de quitarle el vestido, la mataron con cascos de vasijas, descuartizaron sus miembros y los llevaron al llamado Cinarón, donde les prendieron fuego. No poco fue el descrédito que esto les ocasionó a Cirilo y a la Iglesia de los alejandrinos: que ajenos totalmente a las ideas cristianas son asesinatos, luchas y cosas como estas. Y estos hechos acontecieron en el cuarto año del episcopado de Cirilo, en el décimo consulado de Honorio y el sexto de Teodosio, en el mes de marzo durante la cuaresma»[5].

Esta es la verdad. Lo demás no son sino elucubraciones legendarias.


[1] Juan, Obispo de Nikiu: Crónica, 84 y 87.

[2] Charles Kingsley: Hipatia de Alejandría. Edhasa, Barcelona (2009). 

[3] El estudio Hipatia de Alejandría, de Maria Dzielska, (Siruela, Madrid, 2009) justifica que Hipatia fuera una mujer de unos sesenta años cuando fue asesinada, ofreciendo razones y testimonios fidedignos y no inventados, como en la novela histórica de Kingsley o en la película Ágora,de Alejandro Amenábar (2009).

[4] Damascio: Historia filosófica, “Vida de Isidoro”, 106A.

[5] Sócrates Escolástico: Historia Eclesiástica. HE VII 15: Hipatia, la filósofa.