Matías José Luis

Vecindad



Como un Quijote de periferia de ciudad, don Matías habla y habla de manera atropellada, casi sin tomar aire e, incluso, en ocasiones, perdiendo el resuello. Siempre que tiene oportunidad, suelta sus diatribas y discursos socio-políticos con la intención, buena pero un poco ingenua, de convencer de sus reflexiones a cualquiera que quiera oírle.

Yo le he asignado el don por delante por el aspecto casi señorial de su rostro, aunque la forma de expresarse y de vestir que tiene cuadraría más en el ámbito de las clases medio-bajas, con pocos recursos y mucho menor interés en aparentar o acercarse a otro estrato social más elevado. A decir verdad, ni ese don le gusta ni se llama Matías. Su verdadero nombre es José Luis, pero en todas las ocasiones en las que he sido oyente de sus charlas no he logrado sacar nada en claro sobre el porqué de ese cambio de nombre.

También he podido fijarme en cómo muchos de los vecinos de la zona con los que se cruza don Matías arguyen alguna tarea ineludible para no detenerse a escucharle. En su descargo, he de decir que no suele repetirse en sus discursos, expuestos siempre con argumentos bien trabados y con un excelente dominio de la retórica. Eso sí, los encuentros tienen poco de debate y don Matías deja poco margen a la dialéctica, ya que, con el torbellino de palabras que sale por su boca, achica demasiado el espacio para cualquier confrontación de ideas.

Casi todo el énfasis de sus argumentaciones –y en muchas ocasiones es muy elevado– está dirigido a poner de relieve una especie de conspiración universal comandada por unos pocos individuos carentes de escrúpulos que no solo crean más y más menesterosos como efecto colateral de su codicia, sino que hacen todo lo posible por impedir que la gran parte de la población mundial salga de su atávica miseria, ya sea esta más o menos acentuada, y por sostener esta precariedad con las desalmadas armas de este grupo de conspiradores.

Podría decir que don Matías es uno de esos que ahora se denominan conspiranoicos, aunque, según mi experiencia de oyente de sus disertaciones, los argumentos que expone son convincentes, muy propios de los grandes intelectuales de la izquierda, con referencias a los autores más significados y a las obras más señaladas del progresismo social. El centro de la diana de sus peroratas siempre apunta a las dos potencias económicas, militares y tecnológicas del planeta, aunque, señala siempre don Matías, ambas tienen, han tenido y tendrán un poder superior por encima de sus gobiernos. Un poder no divino, recalca, que marcará las decisiones generadas por sus políticas y, por ende, el destino de todos los habitantes del mundo… y, desgraciadamente, hasta el del mismo planeta.

Ahora bien, en el señor Matías, don José Luis, encuentro una señalada contradicción. Sin rubor ni complejo aparente, afirma que su sangre tiene linaje aristocrático, que ostenta un título nobiliario –que ni sé cuál es ni me interesa– y que por sus venas corre sangre regia con orígenes datados varios siglos atrás.

Es más, esta tarde afirma que tiene una recepción con el rey jubilado, de quien es buen amigo –se ufana de ello– y que no puede faltar a esa cita palaciega. En el fondo, se define como izquierdista de sangre azul.

No sé…


Ilustración: Javier Herrero. Dibujo sobre papel de caca de elefante