A lo largo de la historia, la religión católica consideró obscenas las obras protagonizadas por prostitutas, que fueron prohibidas y destruidas por los inquisidores de la moral. En Londres, sin embargo, cientos de volúmenes de carácter pornográfico se pudieron conservar gracias a los profesionales del Museo Británico, quienes los guardaron bajo llave durante siglos por temor a que desaparecieran o a que los inquisidores de la moral los quemaran. Esos volúmenes secretos formaban parte de la colección «Private case».
En 1973, el Museo Británico transfirió a la Biblioteca Británica las obras de esa colección, datadas entre los siglos XVII y XX, y esa biblioteca, hace tres años, digitalizó 2.500 obras de la colección para darla a conocer a los historiadores y a los lectores de literatura. La digitalización era necesaria para proteger la colección de la decadencia natural y para poder leer las obras sin tocarlas, dado el mal estado en que se encontraban. Ahora forman parte de un archivo digital para la investigación académica sobre sexualidad y género.
Una de las obras digitalizadas más relevantes, guardada durante siglos, es Fanny Hill: Memorias de una mujer de placer (1748), considerada la primera novela pornográfica en inglés, fue escrita por John Cleland mientras estuvo en prisión. La obra provocó gran escándalo en Londres y el juez obligó a Cleland a abjurar de su obra reprobándola. Las autoridades prohibieron su edición y circuló clandestinamente con gran éxito.
Entre los textos digitalizados también se encuentran una obra de ficción erótica gay: Teleny o el reverso de la medalla, novela anónima atribuida a Oscar Wilde; el diario de un caballero de la Inglaterra victoriana en el que anotaba sus hazañas eróticas; la producción literaria del Marqués de Sade; la saga de libros The Merryland, iniciada en1740; y, entre otros textos, unas páginas amarillas de las trabajadoras sexuales que ejercían en Londres en el siglo XVIII: Harris’s Lists of Covent-Garden Ladies; contienen las imágenes de las prostitutas y comentarios sobre sus atributos y aptitudes; se actualizaron cada año entre 1757 y 1795.
En esa época dieciochesca, en España solo se podían leer obras y páginas eróticas y pornográficas de manera clandestina. Nicolás Fernández de Moratín escribió en 1772 el poema Arte de las putas, que es una guía de la noche madrileña del siglo XVIII, y fue prohibido por edicto inquisitorial en 1777; los versos circularon en copias manuscritas siguiendo una tradición antigua. En la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes se puede leer el poema completo, editado en Madrid en 1898.
Si, durante siglos, no se hubieran prohibido cientos de volúmenes o páginas de carácter erótico y prostitucional, o si se hubieran guardado secretamente como hicieron los británicos, hoy tendríamos un mayor conocimiento de las prácticas sexuales y las perversidades sociales que existieron en los siglos anteriores; sirva de ejemplo este breve fragmento de Arte de las putas, de Nicolás Fernández de Moratín:
Ya sabe el mundo la perversa gente
que son los alguaciles y escribanos:
éstos persiguen a las pobres putas,
no con deseos de extinguir lo malo,
pues comen con delitos, y su vida
pende de hombres sin ley, facinerosos,
y la santa virtud es su homicida;
y aunque saben que no es el estafarlas
medio de corregirlas, pues quedando
pobres, prosiguen siempre puteando,
las roban con achaque de enmendarlas.