Algunos sujetos dicen lo que piensan sobre cuestiones de las que lo ignoran casi todo, como sucede a veces en las tertulias de la radio, la televisión o en la barra del bar de Twitter, la blogósfera y otros lugares de las redes sociales. De vez en cuando también aparecen manifiestos de intelectuales que dicen lo que piensan a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Cuando lees algunos de esos manifiestos compruebas que hoy todavía es aplicable lo que Manuel Vázquez Montalbán dijo de los intelectuales en el ensayo Panfleto desde el planeta de los simios (Crítica, 1995).
En el segundo capítulo, «¿Y qué decir de los intelectuales?», Vázquez Montalbán dice, con mucho respeto, que la casta corporativa de especialistas en pensar y en decir lo que piensan ha hecho menos daño a la humanidad que los financieros, los políticos, los guerreros y una buena colección de jefes religiosos. Dicho esto, el escritor intenta esclarecer qué tipos de intelectuales (disidente, orgánico, crítico, alienado, alienante, simio domesticado, utópico…) hubo a lo largo de la historia, en el presente y habrá hasta un pasado mañana bastante largo. Según el creador del detective Pepe Carvalho, a lo largo de la historia los intelectuales han tenido que escoger entre dos funciones fundamentales: reproducir las ideas del poder o cuestionarlas, admitiendo que dentro de esta segunda opción puede darse el caso de cuestionar por cuestionar.
Supongamos que, en efecto, existen históricamente estos dos tipos de intelectuales de los que habló Vázquez Montalbán:
a) Los que reproducen las ideas del poder dominante y que se alinean en la complicidad con la paralización o instalación en el Limbo.
b) Los que cuestionan las ideas del poder dominante y se alinean en la búsqueda de la clarificación de las injusticias presentes en el mundo actual.
Como ejemplos de los dos tipos de intelectuales, citemos a algunos escogidos al azar: Mario Vargas Llosa y Fernando Sánchez Dragó estarían, sin duda, en el grupo de los que se alinean y reproducen las ideas del poder dominante; Zygmunt Bauman y Byung-Chul Han, en el grupo de los que cuestionan las ideas del poder dominante.
En su Panfleto, Vázquez Montalbán compara el mundo de finales del siglo XX con un Valle de Lágrimas a pesar del triunfalismo neocapitalista —Valle de Lágrimas que va en aumento a pesar del triunfalismo del neotecnoliberalismo del siglo XXI— y, refiriéndose a las creencias de los especialistas en pensar y en decir, concluye el capítulo sobre los intelectuales con una elocuente ironía: «…aunque se tema que Dios ha muerto, el Hombre ha muerto, Marx ha muerto, que yo no me encuentre muy bien y ni siquiera los profetas de lo ya ocurrido saben a ciencia cierta qué ha ocurrido, en algo hay que creer, más allá de la existencia del colesterol».
Ante la incertidumbre del mundo actual, un libro interesante sobre el papel de los intelectuales es la reedición de La responsabilidad de los intelectuales, de Noam Chomsky (Sexto piso, 2020), un ensayo en el que se pide al intelectual que diga la verdad y que demuestre que lo que dice es cierto, una de las obligaciones indiscutibles que se debe exigir a los intelectuales de hoy.