“Soy el mejor”

Perplejos en la ciudad


Ser el político más, y mejor, valorado; la mujer más bella del universo; el estudiante con más sobresalientes y matrículas de honor; el universitario «summa cum laude»; el parado más parado; el vecino más listo de la comunidad y el espía más espía del mundo.

Escribir la novela más importante que ha conmovido a Nueva York, y al mundo entero; ser el mejor pintor que ha conmovido a Berlín, y al mundo entero; publicar la novela española, o islandesa, que conquistó París y el mundo entero; ser el poeta más universal; el músico más planetario y el periodista más osado del mundo.

Ser el mejor banquero de Europa, Asia, África, América y Oceanía.

Ser el mejor deportista nacional e internacional, balón de oro, insignia de brillantes; ser el militar más condecorado de la historia; ser el cardenal más venerado; ser el político más votado; tener el ejército mejor preparado, con las armas más perfectas y más destructivas: «Soy el mejor, soy el mejor» («Sóc el millor, sóc el millor», como escribía Salvador Espriu en su sátira Teoria de Crisant).

Cuando soy cardenal, llego a Papa, y cuando soy candidato político llego a Presidente y todos me aclaman. Cuando escribo novelas, gano el Premio Nobel o el Premio Planeta, o primero uno y después el otro, y todos me aclaman. Cuando pinto, soy el mejor pintor del mundo, y también cuando canto, hablo o sonrío soy el mejor.

Y yo, que no escribo, ni pinto, ni canto, soy más y mejor todavía e invierto el tiempo en otras cosas, pero soy siempre el más audaz inversor, y, si no hay crisis, todos me aclaman porque soy el mejor del mundo.

Soy el mejor, el más moderno, el más guapo, el más rico, el más inteligente, el más español, el más europeo, el más catalán, el más universal, el más listo, el más refinado, el más culto, el mejor preparado en cada momento y situación. Soy el que sin duda mejor reconstruye las ciudades bombardeadas por los ejércitos más tecnológicos. Soy el que mejor desinfecta y borra las huellas de sangre con un preparado alquímico de gas, oro y petróleo, los mejores desinfectantes del mundo.

Soy el mejor y el más fuerte, y que no se hable más: persigamos a los perdedores, a los que no son dignos de aclamación, y, de vez en cuando, exterminemos algunos miles como signo de futuro y ejemplo a seguir por la humanidad, que nos venera y sabe quién es el mejor y nos aclama.

Soy, pues, el mejor en todo y en todo soy el mejor. No temas ser más en el mundo y el mejor de todos, y dilo en voz alta: «Soy el mejor del mundo, soy el mejor, soy el mejor».

Y en caso de que seas el peor, debes exclamar: «Sí, soy el peor, ¡pero el mejor de los peores! ¡No soy nadie, no soy nada, pero nadie me gana a ser el mejor en nada!”

Es decir, sigues siendo el mejor en todo y no tienes rival.