Puede que si adelgazo las cosas sean diferentes.
Puede que si me pinto las uñas se me vea atractiva.
Puede que si me pongo otra ropa mi verdadera personalidad salga a la luz.
Me propongo contar algo maravilloso de mí y algo vergonzoso de mí.
Escribo para cambiar.
Escribo para brillar.
Escribo para moverme.
Eso es: ¡movimiento! Un paso, una vuelta, una torsión. Hacia adelante, hacia atrás. Me retuerzo y me enderezo, busco un sitio. Entre vosotros, con vosotros, conmigo de la mano, busco mi sitio.
Llevo un par de semanas a régimen. Quiero perder cuatro kilos, bueno cinco en realidad y sólo he perdido medio ¡Cómo es posible comiendo tan poco! Me desespero. Con un yo en el cuerpo de una mujer flaca, sin caderas, a quien se le caen los pantalones, o con vestidos delicados, hasta las arrugas resultan expresivas. Este es mi deseo, mi fantasía, mi esperanza y hasta que ese día llegue, soy anodina, aburrida, no existo, nada puedo ofrecer.
¿Lo más maravilloso de mí?
Cuando me suplicas que por favor te vea y te veo.
¿Lo más vergonzoso de mí? Cuando me escondo y no me ves.