«Buenos días. La jornada ha amanecido con cielo despejado que anuncia un tiempo tranquilo e invita a un desayuno reposado que él prepara con esmero. El sol seguirá brillando a lo largo de la mañana, en vista de lo cual aprovecharán para dar un paseo por la alameda cogidos de la mano. Al mediodía alternarán los claros con las nubes cuando vayan a comer a casa de la madre de él y a ella no le quede más remedio que tragarse el mismo cordero al horno de siempre, con lo indigesto que le resulta. A primera hora de la tarde se irá desarrollando nubosidad, justo en el momento en que cogerán el coche para comerse el enervante atasco hasta la gran superficie donde efectúan la compra semanal. Cuando se vaya acercando el anochecer caerán las primeras gotas de lluvia, amortiguadas por el sonido de la televisión y su inevitable programación basura que, no obstante, a él le sirve para ir conciliando el sueño, aunque la tormenta alcanzará su máxima intensidad ya entrada la noche, cuando él esté plácidamente dormido y ella sienta el retumbar de los truenos en el vacío de su interior, tras soportar otro domingo más de rutina y aburrimiento absoluto».