Desayuno en el jardín

Semana de difuntos

Kaspar David Friedrich: Entrada al cementerio (1825).

Después de varios días de malentendidos, se encuentran en el lugar de la cita, una zona ajardinada próxima al cementerio.

Le regala unas flores amarillas y la novia sonríe.

Entrelazados por la cintura, dan una vuelta y entran en el jardín de su casa: la casa de ella, donde todo es silencio, sólo alterado por las alertas de las gaviotas y las palabras de saludo y despedida de los invitados. Se trata de una estancia situada en una isla separada del resto de estancias por una entrada que semeja un pequeño túnel. Tanto dentro como fuera de la isla, vienen a diario los visitantes habituales, a los que hay que añadir los invitados a los rituales de los nuevos residentes de esas estancias, explica la novia, minuciosa, en un tono delicado propio de ella.

Desayunan en el jardín, bajo los árboles, beben una cerveza, se cuentan algunas anécdotas. El problema es la ausencia entre una y otra cita, dicen ambos. Pero no es posible hacer otra cosa, de momento, dadas las circunstancias adversas.

Se despiden hasta el día siguiente, esta vez sí, hasta el día siguiente, insisten.

Él deja los botellines de cerveza y los vasos de plástico en una papelera del cementerio, repleta de flores secas.