Mi cabeza no consigue acceder al recuerdo de lo que tanto me perturba, ni de cuándo ocurrió ni de qué fue lo que sucedió. Tengo la extraña sensación de que todo pasó sin que fuera consciente de ello, aunque no hay nada en mi memoria que me confirme esa suposición. Me confunde todo esto porque no puedo estar tranquilo con ese sentimiento que, unas veces parece de culpa y otras está trufado de un indefinible placer, lo que me inquieta aún más.
Cuando hablo con mis conocidos más cercanos, sus reacciones no hacen sino acrecentar ese raro resquemor que me paraliza por no entenderlo. Incluso aquellos que son verdaderamente íntimos, desvían la mirada cuando les pregunto por ese suceso de mi vida al que no consigo acceder. En cuestión de segundos, como si no quisieran afrontar algo oscuro con lo que no quieren implicarse, desvían el tema y plantean otra cuestión con un evidente gesto de azoramiento. De nada me vale rogarles que me cuenten todo lo que puedan saber. Entre bromas y enfados, todos acaban afirmando desconocer todo aquello por lo que les pregunto y, siempre, acaban mirándome con desagrado y cierta molestia por haber sacado ese tema. Hay a quienes se les nota un desagradable tono de benevolente displicencia.
Como quiera que no cejaré hasta descubrir los factores, las situaciones o las experiencias perdidas que me han podido llevar a este mundo de indecisiones y dudas por lo ignoto, seguiré investigando allí donde algo me dé alguna pista para aclararlo. Las fuerzas me acompañan y mi voluntad es férrea. A pesar de que mi escasa economía puede ser un lastre, intentaré solucionar este misterio de mi vida.
A veces he oído de personas a las que les sobrevienen repentinamente accesos de locura transitoria motivados, quizás, por alguna fuerte emoción, por algún shock que trastorna su modo de actuar, puede que hasta su discernimiento de lo bueno y de lo malo. Es la explicación que dan a los horribles actos que pueden llegar a cometer bajo el influjo de esa locura, actuaciones que jamás habrían imaginado en sus momentos de lucidez.
Aunque cabe dentro de lo posible, no creo que en mi caso se trate de nada de esto. Nada me dice que no lo sea, pero siento que no se trata de ello, a pesar de que las miradas de reprobación de ciertos individuos me hacen temer que mi memoria me está ocultando algo malévolo, algo escondido, algo sucio.
Pero, por más que araño en mis sienes con la intención de escarbar en ellas para que salga eso que está oculto en su interior, no consigo destapar esa caja misteriosa en la que se esconden mis recuerdos. Recuerdos que, por otra parte, me asusta descubrir.
Me da mucho miedo toparme con algo que me aterre, y temo aterrorizarme con mis propios pensamientos acerca de ese extraño suceso que me ocurrió.
En cualquier caso, dado mi talante positivo y optimista, me inclino siempre a pensar que nada malo o dañino puede habitar en lo profundo de mi memoria, que nada indecible pude hacer ni nada ofensivo surgió en mi vida, en ningún momento, en ningún lugar y hacia ninguna persona… Pero…
Pero, ¿qué pudo ser aquello que tanto me preocupa? ¿Ocurrió realmente o es solo un producto de mi imaginación? ¿Por qué viene a mi mente, una y otra vez, esa inquietante sensación de que algo indecente o prohibido me ocurrió en un momento que ni siquiera puedo determinar?
Quizás esté tan equivocado como cuando, al despertar de una pesadilla, tenemos aún la piel lívida y sudorosa y el corazón todavía batiendo con una emoción que nos acongoja. Como cuando aún creemos, ya en la vigilia, seguir inmersos en ese mal sueño, en ese agujero oscuro del que acabamos de salir.
Sí, es cierto, puede que nada me ocurriera y que todo sea fruto de mi imaginación, quizás desbocada por alguna otra cosa que me perturba la tranquilidad. Una vez llegada esa idea a la cabeza, la de haber cometido algo innombrable, mi mente ha podido exagerar las cosas, transformando imágenes pasadas de mis recuerdos, uniéndolas a conversaciones oídas pero no atendidas y a miradas cruzadas entre personas desconocidas. Puede que mi cabeza haya mezclado todo eso confundiéndome con un resultado amorfo difícil de definir pero que no hace más que inquietarme. ¿Quién sabe qué secretos esconde la cabeza de cada individuo? ¿Quién ha podido explicar alguna vez una idea, un pensamiento, un vago recuerdo, una sensación?
Pero no deja de aturdirme la inseguridad de que realmente algo ocurriera de verdad.
Y, además, me molestan las miradas de los que sonríen y murmuran por lo bajo cuando me miran disimuladamente, de los que parecen señalarme con el dedo.
¡¡¡¿Qué miras tú?!!!
No puedo soportarlo. Tengo que descubrir el origen de mi inquietud. Es como el mal olor de un tipo que se te acerca por la mañana cuando estás recién aseado, respirando aún la limpieza del descanso, y te invade con un penetrante y ácido aroma de sudor rancio que penetra y horada tu olfato hasta desvanecer tus entendederas…
El olor…
Eso me hace pensar que… Sí. Creo que sí. El olor me trae recuerdos. Parece que el símil del olor ha activado algún resorte dormido de mi memoria. Por ahí, por ese camino creo que puedo llegar a lo que tanto me perturba.
Parece que estoy recordando…
No sé si es esto, pero mi mente se está tranquilizando por momentos. Si esto fue lo que me sucedió, no sé por qué me hace sentir tan mal, ni por qué la gente me mira como con reproche…
Seguiré alcantarilla arriba hasta encontrar el desagüe de aquel hotel de lujo desde el que un día cayó el cuerpo destrozado de una niña desnuda.
Ahora lo recuerdo.
Mordí a la joven y empecé a comérmela. Estaba jugosa y tierna. Y sabía muy bien.
Creo que es eso lo que la sociedad me reprocha y por lo que me hacen sentir culpable.
Pero culpable, ¿por qué? A fin de cuentas, soy una rata.