Yo no me llamo Mercedes

Las cartas boca arriba

Yo no me llamo Mercedes, pero mi vecina sí. Doña Mercedes Rodríguez es una señora de muy buen ver y de agitada vida social. Casi nunca está en casa, ausente por negocios o amoríos. Cuando no tengo inspiración, me acerco hasta su casa y hurgo en su buzón, donde casi siempre encuentro algo de interés: cartas de admiradores, familiares y amigos. Suelo trabajar de noche. Abro las cartas con cuidado, las copio con primor y luego las devuelvo a su lugar de origen, como si nada. Hoy, jueves 24 de septiembre, es su onomástica, la Virgen de la Merced, y esto es lo más significativo que encontré en su cajetín:

El juez Leopoldo Bastión escribe desde la capital de España, una vez concluido el veraneo:

Señora, reciba usted mis mejores deseos en fecha tan señalada. Una mujer como usted, capaz de mostrar admiración por mi porte suntuoso, vestido con toga y desnudo de cintura para abajo, con ese anillo peneano que usted me regaló, una mujer así, repito, merece contemplar mi colección completa de trajes militares y, sobre todo, el hábito de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, de cuyo Consejo formo parte, y que me pondré para usted (y sólo para sus ojos) si tiene a bien visitarme en mi domicilio de Madrid. Sí, debemos admitirlo: soy carne vieja, pero carne al fin…

Escribe su hermano Blas, desde la comandancia de la Guardia Civil de Melilla:

Querida Mercedes, te felicito por tu santo y aprovecho para hacerte llegar una advertencia: ¡no quiero volver a ver a Manolín por aquí hasta nuevo aviso! ¡No sabes el follón que armó en el bar de enfrente del cuartelillo! Prefiero tratar directamente con Macareno y que Fidel se encargue de llevar el dinero a Suiza, que para eso tiene idiomas. Por cierto, me comentaron que el padre de Macareno está ingresado en una clínica de Navarra para que le hagan un trasplante de hígado. A ver si hay suerte y con el trasplante le cambia también el carácter. Espero verte por Navidad…

La Madre Engracia del Sagrado Corazón escribe desde Guadalajara:

Seguimos interesadas en mantener con usted el estrecho contacto que nos ha permitido mejorar las condiciones (físicas) del convento y las (psíquicas) de su hija, a quien retenemos, ahora más calmada, disolviéndole la medicación en el desayuno. No obstante, debería usted autorizarme para que la ponga en contacto con el odontólogo del que le hablé, a fin de que don Lisardo Moreno y Merceditas puedan intimar y el asunto se resuelva en boda…

Marta Cadenas, desde la Banca Pía de Pamplona, le dedica unas frases:

¡Felicidades, zorruna, que ya sé que andas por Barcelona con Irizábal, disfrutando del clero más enhiesto y libertino! Mientras tanto yo sigo por aquí, poniendo orden en esta sucursal de mierda, para hacerla engordar hasta el desfalco final…

Su sobrino Manolín, desde el retén de Portbou, se excusa:

Lo siento, tita, pero me pillaron con la bolsa de basura y diez mil euros. La culpa fue mía, por ponerme a discutir con los guardias si Andorra era o no un paraíso fiscal. Aún así, tenemos que estar contentos, porque la pasta la llevaba Fidel en la furgoneta. Yo me quedo unos días por aquí, hasta que el abogado pague la fianza y pueda recuperar el BMW, que me lo han confiscado. ¡A ver si aún tengo que volver en tren a Barcelona! ¡No te jode!

Evelino Sanahuja, en su estilo habitual:

Este humilde servidor, cajero de la sucursal Viriato de la Banca Pía y miembro honorario de la Obra desde 1988, la saluda y felicita en su onomástica y se pone de nuevo a sus pies, confiando en sus sabias intercesiones, de cuyos resultados podríamos salir todos beneficiados…

Merceditas, siempre quejosa, desde el Convento de las Arrepentidas:

Querida mamá: espero que al recibo de la presente te encuentres bien y yo también, gracias a Dios. Te escribo para felicitarte por tu santo y tal. Quiero que sepas que estoy hasta el chocho del convento. Nos pasamos el día cosiendo servilletas. Y yo quiero un cartón de Ducados y un novio embajador que me lleve al extranjero. ¡Quiero bailar la rumba sin rumbo!…

Y desde la mismísima Pamplona, su cuñada Isabel:

Mercedes, me gustaría conmoverte con esta carta, pero creo que eres más dura que el pedernal y no conseguiré ablandar tu conciencia. Estuve en la tintorería para ver si te veía y no te vi, porque no te dejas ver, ¡que pareces invisible, Mercedes! No olvides que soy la mujer de tu hermano (Q.E.P.D.) y que tienes un sobrino, que es mi hijo, al que puedes ver cuando quieras porque Pedrito sí se deja ver. Sólo tienes que abrir la puerta de la tienda de fotografía y nos encontrarás vendiendo pilas y marquitos de plata, porque ya nadie trae carretes a revelar. Todo el mundo tiene su cámara, su ordenador y su impresora. En fin, un asco de miseria. Las chicas de la tintorería me dicen que cuando no estás en Madrid, estás en Barcelona y si no en las Chimbambas. Te aseguro que esas chicas te aguantan porque no tienen más remedio, pero cualquier día de estos se arman de valor y te montan una rebelión de los esclavos. ¡Ah! Y felicidades por tu santo, que casi se me olvida. ¡Ojalá se te atragante una lionesa y podamos heredar algo de lo que tienes, que no es poco, ya sea por proximidad biológica o política!