Volver a tus brazos otra vez

Casi lloré de emoción al ver esa escena en el cine

 

Tendemos a pensar en La Charca como una enorme marisma o como un enorme estanque natural, con su vegetación transmitiéndole un abigarrado color y unos cuantos batracios, insectos y demás dándose a la vida por allí, hasta que uno acaba en la boca del otro. Por eso me da un poco de vergüenza traer hoy hasta aquí este mínimo escrito, que si llega a charco fugaz en el camino tras el chaparrón ya es bastante.

Va de Lucky (John Carroll Lynch, 2017), pero en realidad no va de esa película, sino de Harry Dean Stanton, su protagonista. Acude su personaje en el film a una fiesta de hispanos y al cabo de un momento se encuentra alejado de todo, abstraído, en el fondo del patio donde los otros invitados se dan al comercio y al bebercio. Es entonces cuando, de repente, arranca a cantar con voz ronca y mucho acento, pero clara, llegando a eso de:

«Y volver, volver, volver… a tus brazos otra vez»

Su mirada permanece perdida, ajena a la de los sorprendidos comensales, pero yo, en ese mismo momento, tengo claro a quién se dirige. Lo hace —sin duda— a la Nastassja Kinski de París, Texas (Wim Wenders, 1984). En realidad no está en ese árido patio invitado a esa fiesta. Posiblemente se encuentra ya en un peeping show, ella tras una cristalera, oyendo asombrada, al final tocada, lo que él, arrepentido, le está contando. ¡Hay que volver a la gran película de Wenders!