Hay tejidos hermosos y tejidos gualdrapas. Hoy nos referiremos a un tipo especial de los primeros: los tersos. Caracterizado por esa continuidad en el plano, el tejido terso se lleva bien con la lozanía. En su fuero interno, combina los hilos entre sí y los lleva a lo sublime si se posa sobre una superficie asaz suave. El ambiente se verá inundado de una tremolina de bienestar sordo en el posado. Aunque, si se aproxima el oído con suficiente sigilo, podrá percibirse una armonía de sonidos que van desde los avainillados hasta los sobrios toques de bergamota, pasando por céfiros, brisas mistrales y briznas de Xaloc.
Resulta conveniente diferenciar una variedad singular del tejido terso que suele quedar fuera de las clasificaciones clásicas: estamos hablando del tejido terso inmaculado, que no debe confundirse con el tejido inmaculado a secas. Téngase en cuenta que este último presenta ondulaciones que, sin llegar a ser rugosidades, no cumple los estándares de lo que viene siendo un tejido terso al uso. De hecho, el tejido terso inmaculado es escaso. Así que, usted no debe preocuparse. Como suelo responder a tantos y tantos lectores: no se preocupen, de verdad. A pesar de mi estatus, sepan que esta sección la realizo con vocación de servicio público y, por ende, para todos los bolsillos.
Pero centrémonos en lo que hace tersos a estos tejidos. Su estructura particular les confiere ese aspecto uniforme tan característico, pero para ello deben contar con buena materia prima. Si en las colecciones que cruzaban la incipiente Ruta de la Seda el tejido de los capullos comenzó denominando tan insigne vía comercial, no debemos olvidar que el pasar de los años y los últimos avances ingenieriles han fructificado en una oferta mucho más rica. No desmerecen las recreaciones que imitan el tafetán, el terciopelo o el satén, por citar unos ejemplos. Estos sucedáneos, sintetizados a partir del oro negro, facilitan el acceso al tejido terso en sí. Una democratización de la suntuosidad que beneficiará la imagen del más pintado; con cualquier trapito que se ponga de este tejido terso parecerá usted La verdad velada de Antonio Corradini. La única pega es que deberá andar con pies de plomo.