Qué asco de lucha de clases

A veces digo cosas

 

Qué asco de lucha de clases y de confusión social. Manifestaciones como misas, manifestaciones como redención. Gente utilizando los # como quien utiliza los cocteles molotov o los convenios. Gente utilizando los convenios como quien utiliza los cocteles molotov o el cerebro.

No hay organización, recemos.

No hay orgullo de clase, las clases se han disuelto en el café con leche de soja de las mañanas. Como si fueran azúcar blanquilla y las cúpulas las cucharas que nos dan vueltas y vueltas detrás de banderas y banderas y ya no sabemos a qué mamá pata seguir.

Me señalarán con el dedo como uno de los culpables, dirán que no estuve a la altura, que renuncié a la lucha y me acomodé, que ser funcionario derritió mis suelas y me dejó pegado al suelo del costumbrismo. ¡Qué culpa tendré yo! Me sonrió la suerte, estudié a tiempo, me condecoró el Estado como agradecimiento por mi esfuerzo. Y claro, una cosa llevó a la otra y el robot de cocina y la tele de plasma. Nos han vendido, sí. Nos vendieron. Nos vendimos al convencernos con sus valores variables, con sus coches que imitan a la clase alta, con sus vacaciones para pobres en cruceros de lujo. Acabaron con una clase trabajadora que ya no existe para nadie y nos metieron a empujones en la miseria de la crema de manos de la clase media. Somos los mejores, merecemos todo, no os vayáis sin gastar hasta el último de vuestros céntimos en la cloaca perfumada de nuestro centro comercial. No existimos, camaradas. Ni siquiera soy capaz de pronunciar esa palabra sin sentir que me traiciono.

AMÉN

Queríamos todo y ese todo nos ha podrido, sabíamos que lo haría, no hay pertenencia que no muerda nuestra alma y se lleve un pedazo de conciencia como un perro adiestrado para la lucha. Baboseando la dignidad de clase y enterrándola junto con el resto de sus tesoros, huesos de nuestros muertos pasados, huesos de nuestros muertos futuros.

Comimos de su mano y ahora todo nos sabe a mierda si no está envuelto con el olor de su carne. ¿Morir por unos ideales?, claro, no hay problema, preséntame esos ideales y soy capaz de morir matando por ellos. Muéstrame dónde está la conciencia, la lucha de la que hablas. Míranos, no hemos salido a la calle hasta que no nos han tocado lo NUESTRO, ¡LO NUESTRO! Porque antes nos dio igual ver como se desmoronaban uno tras otros nuestros compañeros, castillos de naipes, escondidos como cobardes pensando que la boca cerrada nos hacía invisibles, asustados pero contentos, con esa felicidad infantil que dan la cosas. NUESTRAS cosas que ahora son de ellos porque nunca nos pertenecieron de verdad. ¿Y mi casa? ¿y mi coche? ¿y mi mujer? ¿dónde están mis hijos ahora? Algo habrán hecho, decíamos para justificarnos, no firmaron el convenio a tiempo, no tuvieron la picardía, levantaron la voz… pero nosotros no, nuestro amo nos ama, nosotros amamos a nuestro amo, cualquier cosa si me pega despacito. ¿Qué aguantemos? No compañero, no pienso quedarme aquí para acabar siendo mártir de una lucha que ya no existe. Pero no fui yo, yo no traicioné a mi clase. No fui yo el que traicionó a la clase obrera, no fui el que se acobardó ante el empresario, yo sostuve en mis manos la mano herida de mi compañero caído, casi bebiendo las gotas de su sangre y comiendo su pan como cuerpo resurrecto.

Quiero misas de culo y en latín.

Paré camiones, incendié contenedores, acomodé en el sucio asfalto las más bellas barricadas, canté himnos, ¡todos los himnos!, dominé el mundo a golpe de bandera, arruiné sus fiestas de guardar con mis incómodos pitidos, enseñé los pechos en las iglesias, me lavé los pies en su agua bendita, usurpé su espacio en la cama, yací con su mujer, con su hija, rodeé con mis manos toscas el cuello de sus perros, acaricié las crines de sus caballos, conduje sus coches, me mee en sus duchas, salmodié a ritmo de Brassens, les he molestado mucho, todo, he comido de sus platos con mis propias manos, he actualizado mi perfil con la bandera, he tuiteado muy fuerte. ¿Cómo voy a ser yo el traidor?

RECEMOS