«El mar tenía la medida imposible
que te ha reemplazado».
Jordi Virallonga
Esta espera empapada de prisa
—esta prisa centrífuga de tiempo redondo—
tiene una temperatura como muerta
tiene una humedad casi de espuma
casi de baba casi
de sirena ahogada.
Esta espera es
los pies mojados
que saben que es noviembre y piensan mayo.
Esta espera
espera
secándose en la orilla de un junio
a que seas una ausencia pequeña
de la medida del hueco entre costillas
que ocupa ahora el miedo a verte irte.
Esta espera es
un anticipo.
Aguardar de garbanzos en serena,
a la gota al rocío a la tormenta
que rebose tu aquí ahora,
con el pañuelo prieto en el bolsillo
presto a recoger el demasiado el sobresalto la catástrofe
de agua
que quede de tu estar
cuando se quiebre la presa de tu tiempo.
Esta espera es
un vaticinio.
No me regañes.
No es gastar la vida dulce en el plañir.
Es correr desesperado hacia adelante.
Buscar la inercia fabulosa que me falta
para saltar el foso de llorarte cuando caigas.
No me sueltes ahora de la mano
Solo contigo haré el milagro que me cure
de este mal cosido al bien de serte hija.