Para Antonio Gª de Dionisio
El escritor, harto de estar inédito, formó una pira con sus manuscritos y se inmoló en ella. Al cielo se elevó, entre llamas, una columna negra, que no era de humo, sino de palabras, pues todas huyeron del fuego, dejando las hojas limpias como desiertos blancos. Las palabras ascendieron en remolino apresurado hasta el limbo de las obras inéditas. Allí aguardan, en una placidez de fuente remansada, la mano de algún editor comprensivo que las rescate y las multiplique en páginas impresas.
(Texto de Teo Serna. Ilustración de Edu Barbero)