Ramón Gómez de la Serna, que residió en Argentina desde 1936 hasta que murió, en 1963, era sin duda alguna de muy agudo ingenio. Cierta tarde, el portero del edificio de apartamentos del centro de Buenos Aires donde el autor vivía con su esposa, la escritora argentina Luisa Sofovich, muy preocupado, le hizo una confidencia: “Sabe, don Ramón, fui al médico porque últimamente no podía cumplir con mi mujer. Pues va el doctor y me pregunta si de joven fui onanista”. “¿Y tú qué le contestaste?». “¡Yo qué sé qué coño es eso, don Ramón! Le dije la verdad: que fui socialista”. “Pero ¡qué has hecho, hombre! —soltó el autor de las greguerías— ¿Cómo te las arreglarás si los onanistas suben al poder?”.
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